Opinión

Hostelería 0,0

El regreso a las terrazas con la reapertura de la hostelería en Galicia fue en estampida. Estaba tan cantado como la quiniela el lunes, pero cuando aparecen imágenes del mogollón la culpa siempre cae hacia el lado del cliente y del tabernero en vez de revisar si el diseño de las medidas ha sido el acertado para compaginar actividad económica, ocio y contención del coronavirus. Con un sol de carallo en lo alto del cielo el personal recuperó posiciones en el bar con todo el fin de semana por delante y sin tiempo para haberse sacudido el mono picando durante los días laborables. 

Cuando se toma una decisión se corre el riesgo de que una parte de los implicados en la crisis sanitaria quede descontenta. Si el Gobierno de Núñez Feijóo hubiese aplazado hasta el lunes la reapertura de la hostelería, sería una faena para el sector por descontar los tres mejores días para alimentar una caja famélica. Hay más de 32.000 solicitudes para acceder al segundo plan de rescate de la Xunta. El sol calentó las ganas cañeras, pero a las seis de la tarde la peña se quedó sin la opción de la terraza, donde al menos corre el aire y hay cierto control, para sumarse al botellón improvisado como los 200 chavales de Ourense que fueron identificados en la plaza de San Antonio. Otros decidieron tomarse la penúltima en casas particulares, ronda bastante más peligrosa para llenar otra vez los hospitales. 

El delegado del Gobierno en Galicia, Javier Losada, reiteró ayer la tolerancia cero con los que se salten las normas. Cometer una infracción puede resultar tan ingenuo como desplazarse por un despiste hasta un arenal gigantesco y ventoso como el de Carnota. Menos mal que el operativo del pasado finde tenía una misión más orientativa que sancionadora porque sólo faltó que empapelase a los asesores de Feijóo y de Losada. Las fuerzas de seguridad identificaron a más de 21.000 personas, inspeccionaron a más de 14.000 vehículos y 2.000 bares y restaurantes e impusieron más de 300 propuestas de sanción por incumplimientos en la hostelería. Con la obligación de bajar la verja a las seis de la tarde no está claro si se pretende evitar la quiebra de una economía de tasca o instaurar una hostelería 0,0: cero bares, cero clientes, fiestas clandestinas. 

Te puede interesar