Opinión

La puerta abierta

Dormir con la puerta sin candar puede parecer una chaladura. Marcharte y dejar conscientemente las llaves en la cerradura está entre la insconsciencia y la rebeldía para no ser prisionero del miedo. Una colega ofreció hace un tiempo su refugio en un pequeño pueblo de la montaña leonesa para pasar unos días. Poco antes de llegar al lugar en el que habitan unas 60 personas en invierno, telefoneó para avisar de que le acababa de surgir un contratiempo, por lo que se veía obligada a aplazar el viaje hasta dos días después. Su ausencia no desbarataba el plan. "Tienes las llaves en la puerta", comentó con naturalidad. Y por puerta se interpretó que las llaves estarían debajo del felpudo, detrás de una maceta o escondidas en algún recoveco imperceptible a simple vista.

"La puerta es la puerta", zanjó al solicitarle una pista más fiable para no dar tumbos en caso de que las condiciones de luz no fuesen favorables para alguien que se presenta sin brújula en un sitio desconocido. El tono firme de su afirmación no hizo que aumentase el crédito, pero al llegar a la vivienda las llaves estaban en la cerradura como una oda a la libertad y a la confianza. 

Desde hace un tiempo las radios bombardean con cuñas publicitarias de empresas de seguridad. Y es comprensible que al personal le entre el canguelo cuando se enfrenta a las noticias o le presentan los datos sobre asaltos en viviendas. Sólo en un año, los hogares de Galicia padecen unos 5.000 robos, según cifras de la patronal de seguros Unespa. La cuenta indica que cada dos horas se produce el asalto a una vivienda y al final del día los amigos de los ajeno perpetran 13 fechorías. 

Aunque el miedo se ha propagado al mismo ritmo que los robos, todavía queda gente en el rural gallego que continúa dejando las llaves en la puerta. "Mis padres lo hacen siempre a pesar de las advertencias de los hijos. Los ladrones incluso podrían huir en el coche de mi padre porque las llaves están siempre en el contacto", comenta un ourensano tras conocer el caso en la montaña leonesa. Las llaves estaban en la puerta, pero a los pocos minutos apareció un vecino para interesarse por los desconocidos que acaban de entrar en una casa del pueblo. "Aquí entran pero no salen", bromeó la colega. 

Te puede interesar