Opinión

Lealtad envenada

Francisco Vázquez, alcalde de A Coruña durante 23 años y el socialista más popular hasta que algún dirigente de Ferraz consiga pasarlo por la derecha, por fin ha visto colgado el cuadro con su figura en el Palacio Municipal de María Pita. Se trata de un sueño cumplido para un político que inventó el coruñesismo, un sentimiento un tanto rancio que permitió insuflar autoestima a una ciudad deprimida tras la pérdida de la capitalidad.

Francisco Vázquez siempre fue superlativo, a veces hasta el ridículo. El día que Zapatero lo envió de embajador al Vaticano para que dejase, según los mentideros oficiales, de darle la murga con la unidad de España mientras se negociaba el Estatut de Cataluña, Paco se despidió cantando 'La, la, la' por su negativa a respetar el topónimo oficial y 'Suspiros de España'. Su gran obra fue anillar la ciudad con uno de los paseos maritímos más imponentes del mundo; también impulsó la Orquesta Sinfónica, el campus universitario y una red de bibliotecas públicas ejemplar. Entre las sombras, los negocios que su familia realizó con Antonio Fontenla, expresidente de la CEG. 

Paco Vázquez agradeció emocionado a Xulio Ferreiro su "generosidad y tolerancia" por colgar un retrato que llevaba "ocho años pintado" sin que el bipartito del PSOE y el BNG o el PP tuviesen a bien celebrar el acto. El rebelde Xulio Ferreiro apeló a la lealtad institucional para justificar el reconocimiento, pero se trata de una cortesía envenenada. Si se creía que el retrato del exdirector geneal del la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, cargado de medallas, era insuperable, Paco aparece ataviado con galas diplomáticas. No se entiende por qué no se colgó antes. Queda retratado. 

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