Opinión

Levanta la mano, baja la cabeza

La cativa estaba un tris atribulada por la nota de matemáticas. Quería pedir permiso para fumarse un par de días de clase con el grupo de teatro y no sabía cómo hacerlo. "No te preocupes, papá. Sólo he sacado un 8, pero la próxima vez será un sobresaliente", prometió. Pobre rapaza. A pesar de la cara de circunspección antes de acceder a su petición, por dentro no queda más remedio que pensar en el puñetero futuro que le espera a una generación brillante, a no ser que se meta en política para tener el plato de grelos garantizado.

En esta tarea no hacen falta ochos ni nueves, sólo enrolarse de joven en un partido político, participar en un par de campañas, entrar a continuación en una lista a un concello, después en la de la Cámara gallega, más tarde en la del Congreso y malo será que uno no acabe la vida profesional en el Senado o en el Parlamento europeo. El único requisito indispensable es levantar la mano cuando el partido lo mande y bajar la cabeza cuando lo ordenen las siglas.

Una vez que se pisa la gran moqueta del negocio político, hay que ser muy torpe o muy digno para no acabar colocado en una gran multinacional de la energía, de la aviación o de las infraestructuras. También puedes caer en el Fondo Monetario Internacional o en el Banco Europeo de Inversiones. La soldada es más que atrayente en cada uno de estos casos, aunque haya que doblar la cerviz y tragar los pensamientos propios sin aliño.

A los mejores expedientes académicos la Xunta les regaló una maleta antes de las pasadas elecciones autonómicas para que vayan practicando como antes hicieron sus abuelos. Las juventudes, generaciones, mocidades, o como quieran llamarles, de los partidos políticos saben que la Administración no deja de atetar a la gente que nunca se ha salido del guión.

También hay quien piensa que así "serás un miserable, amedrentado toda tu puñetera vida", pero lo cierto es que uno para procurarse lo que anhela, como cantaba el trovador cubano Silvio Rodríguez, no hay que invertir salud.

Levanta la mano, baja la mano. Baja la mano levanta la mano. Entre las mates y el teatro, convendremos todos, que con lo segundo hay más oportunidades de sacar tajada de esta opereta infame si no quieres tener que emigrar.

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