Opinión

Más conectados, sí

"Qué manía tiene la gente de enviar guasaps, yo ni los miro. Si quieren algo, que me llamen”, responde un colega para zafarse de la bronca por no haber atendido al favor pedido un día antes. Pero si la llamada recibida es desde un teléfono fijo o un móvil de empresa que no esté registrado en su agenda, tampoco contesta para evitar estafas y molestias: “O te quieren vender un seguro o que cambies de compañía, telefónica o eléctrica, o es una oferta de la tuya con unas supuestas mejoras en las condiciones para que acabes picando en un nuevo aparato que no necesitas”. El 90% de las llamadas recibidas, según una estimación personal prudente, son spam, como chiva a veces el teléfono, y cuando no avisa es un vendedor. De algo. El canal de comunicación con más garantías de que le llegue el recado al colega es el correo electrónico, pero sólo lo abre en el ordenador para no estar sometido a una suerte de esclavitud tecnológica. Está jubilado y puede permitírselo.

La generación EGB ha pasado de correr por una llamada a no querer coger el teléfono

La primera llamada telefónica de Galicia fue hecha en Vigo en 1882. La recibió en la calle del Príncipe Antonio López de Neira, industrial que llegó a alcalde y que dos años antes había deslumbrado a los vigueses con un foco eléctrico, según publicó Eduardo Rolland en el portal VigoÉ. Apenas había medio centenar de abonados en España que apoquinaban mil pesetas por el servicio, una fortuna para la época. Telefónica se hizo ayer centenaria. Aún quedan mayores que han crecido con la compañía. Del cobre a la fibra. La generación EGB ha pasado de correr por una llamada a no querer coger el teléfono. Las siguientes ya nacieron con la batería de la saturación al límite. Los nacidos en el siglo actual están continuamente mirando la pantalla pero es imposible comunicarte con ellos a no ser que les envíes un guasap y a ver si hay suerte.

Sólo los ricos y los jubilados se pueden permitir una vida desconectada

Estamos más conectados, no hay duda, otro tema es la calidad de la comunicación. El móvil se ha convertido en el cordón umbilical que mantiene al personal unido al sistema. Que un sintecho disponga de un teléfono inteligente no es capricho, sino una necesidad para recibir asistencia sanitaria o conseguir cobijo temporal. Sólo los ricos y los jubilados se pueden permitir una vida desconectada o administrar la conexión a su manera. 

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