Opinión

Más ventanilla

Llevó meses que el concesionario comprendiese que la adquisición de un buga no significaba una relación estable. El bombardeo de correos electrónicos para realizar las revisiones en la casa oficial rozó el atosigamiento hasta que la advertencia de no repetir marca cuando el chasis pida cambio tuvo premio. Con el seguro sucedió algo parecido. En la gasolinera siguen considerando rarito al tipo que no quiere descuentos en el combustible por el precio de instalar la aplicación de la compañía en el teléfono móvil. Un colega comentó que también es muy práctico llevar la aplicación de la DGT instalada para conocer al momento el estado de los puntos del carné de conducir y el aviso de las multas. “Seguro que así también pueden saber con un rastreo la velocidad a la que has circulado durante un  viaje sin necesidad de que te cace el radar”, le contestaron. Se fue cariacontecido, quizá repasando las veces en las que el pie le pesó más de lo que permitían las señales.

Mientras una parte del personal que se maravilló con la tecnología hasta el hartazgo desea el regreso a la ventanilla y a la atención presencial, es necesario un teléfono móvil hasta para ser pobre. Las citas médicas llegan a través de un mensaje, como la solicitud y la concesión de cualquier ayuda social. La estafa telemática es moneda corriente sin que nadie se alarme demasiado. En el juego del trile al menos le estás viendo la cara al fulano que quiere perpetrar el engaño.

Una compañera quiso sorprender a su marido regalándole tres días en París en agosto y estuvo a un chasquido de dedos de que le vaciasen la cuenta por las gestiones realizadas a través de una plataforma de reservas hoteleras. A las horas de formalizar el alojamiento le llegó un mensaje de WhatsApp, supuestamente de la persona del hotel encargada de las reservas, en el que le comunicaba que habían tenido un problema con la tarjeta de crédito y le pedía que clicase en un enlace de confirmación para solucionar el problema. Como era un sorpresa casi cae en la red aprovechando que su pareja se levantaba. El mensaje venía con su nombre y apellidos y el número de reserva era el correcto. Pero no se fio. Envió un correo al hotel y le advirtieron de la piratada. Más ventanilla es menos ciberdelincuencia.

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