Opinión

Matar al padre y resucitar al abuelo

La pulsión de matar al padre o liberarse de la correa ideológica es humana. “Ser  joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, proclamó el presidente chileno Salvador Allende en 1972. Una pintada en un muro de La Habana sostenía hace siete años un lema parecido: “Los jóvenes tienen el deber moral de ser revolucionarios”. Chocó ver una fila formada por turisteo capitalista para fotografiarse delante de una consigna dictada por Fidel o sus viejos camaradas de Sierra Maestra mientras muchos jóvenes comen trullo por salir a la calle a pedir más democracia en Cuba.

En el municipio lucense de Samos le acaban de dar una vuelta a la rebeldía. El actual alcalde por el PSOE, Julio Gallego, renuncia a volver a presentarse para allanar el camino en las elecciones a su hijo Miguel, que con 25 años se presentará bajo las siglas del PP. El regidor desde 2007 ha expresado su intención de concluir el actual mandato, pero ha dejado de pagar la cuota de afiliado del PSOE y su mujer, que era la secretaria del partido, ya se ha dado de baja. El padre argumenta cansancio por tantos años para dejar paso a una nueva generación encarnada en su hijo, “que salió un poco más de derechas”. El viraje ideológico se repite con la siguiente generación, ya que el abuelo del próximo candidato del PP, ganadero y graduado en ADE, fue alcalde en los años 80 por Coalición Galega.

Las contradicciones ideológicas no suelen importar en la política de cercanías. El propio Julio Gallego defendió para agotar el mandato sin grandes contratiempos antes de acudir a las urnas en tres meses que los cinco concelleiros con los que gobierna Samos por mayoría absoluta son suyos y no del PSOE. En las elecciones autonómicas y generales siempre gana el PP.  Bastante más paradójica que la refriega electoral de Samos resulta la moción de censura que encabezará como candidato Ramón Tamames en nombre de Vox. Que un histórico del Partido Comunista, economista de prestigio y a punto de cumplir 90 años decida defender la moción de un partido de ultraderecha suena a disparate por mucha cabeza que le asista. Si no son años para llevar un coche, menos para conducir un país hacia el futuro.

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