Opinión

Los niños siguen tocando timbres

Un cativo de unos diez años corre por la acera tirando de la mochila con ruedas. Está bastante más relleno que el colega que lo persigue a unos 30 metros de distancia, pero Maradona tampoco era el más esbelto del campo y no le impedía ser el mejor y el más rápido con la pelota abrazada al pie izquierdo. El chaval orondo se detiene con un quiebro de cadera en un portal que se encuentra a diario en el camino al colegio, estira el brazo, timbra en varios pisos y sale disparado.

Los chavales siguen timbrando como hacíamos antes

El perseguidor parece dudar entre aprovechar el ralentí para alcanzarlo o rematar la travesura, pero al llegar al portal se detiene para responder con más timbrazos al coro de vecinos que preguntan “quién es” por el telefonillo. La risa floja de la trastada desaparece al darse cuenta de que el chófer de anécdotas lo acaba de cachar. El color regresa a sus mejillas al recibir un guiño cómplice en vez de la esperada reprimenda. Los chavales siguen timbrando como hacíamos antes. Lolita, Virtudes o los empleados del Banco Español de Crédito y del Banco Central soportaron unas cuantas molestias sin ir con el cuento a la zapatilla de mamá. Contemplar cualquier acción con perspectiva permite entender el contexto.

 “A mí me gusta el Sánchez ese aunque no esté bien decirlo”, dijo en voz baja

El inicio de la sesión de investidura del candidato  Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno coincidió con la clase de pintura a la que asisten un par de octogenarias rumbosas. La primera intención fue posponer el pasatiempo para atender el debate. Por la mañana sólo actuaba el candidato con su programa, la radio y unos cascos disiparon la duda. A Conchi, jubilada costurera cuya vestimenta no desluciría al lado de Coco Chanel, le sorprendió el silencio de su compañero de mesa. Al saber que estaba conectado a la sesión del Congreso preguntó en voz baja en qué consiste la amnistía “que tanto molesta a PP y Vox como para echarse a la calle o rezar el rosario”. Confesó que no le preocupaba el asunto, aunque no llegaba a entender el alcance de la ley. Escuchó los argumentos del chófer de anécdotas cargados de prudencia por no saber la sensibilidad política de la interlocutora o por etiquetarla sin más motivo que la edad. “A mí me gusta el Sánchez ese aunque no esté bien decirlo”, dijo en voz baja. Pensión y perspectiva. Timbrazo electoral, Galicia vota en unos meses. 

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