Opinión

Portazo a los chicos de ayer

Cada diez años acostumbramos a quedar en Salamanca para el repaso a las canas, el recuento de pelos, la suma de arrugas y regalarnos un puñado de palabras. La resta al poner en común el parte de bajas duele como una errata extraviada en un texto que parecía impecable. También indica que van pasando los capítulos. La bisagra de un libro permite abrirlo y cerrarlo.

La promoción de Periodismo de 1991-1996 de la Universidad Pontificia se caracteriza por la ganas de vivir y el juicio crítico para contarlo. El sábado volvió a salir que en una clase de Estructura de la Información Periodística el profesor preguntó qué periódico vendía más en el extranjero. Cuando un alumno ourensano respondió La Región, en contra de lo que apuntaba el resto, se tomó como un arrebato de morriña hasta que Fernando Quirós habló de la singularidad de la edición Internacional. Tres décadas después el diagnóstico es que a la centenaria prensa local y provincial le sigue quedando mucho papel en tiempos convulsos del oficio.

Los colegas que adelantaron el viaje decidieron escudriñar las costuras de la noche del viernes para poder contar que los estudiantes de ahora se maman en Salamanca como los de antes, aunque la ciudad haya prescindido de la pátina universitaria para parecer el decorado de un parque temático. Es el peaje del turismo masivo como le sucede a Santiago, pero la nostalgia no paga facturas. El chasco en la primera incursión de la noche fue “cum laude”. “Nos dijeron que sólo podían entrar universitarios”. Se daba la casualidad de que algunos de los que se quedaron en la puerta son profesores en la facultad. “Nos llamaron viejos a la cara y la coña es que el garito es La chica de ayer. Te da para una columna”. En la prensa de hoy.

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