Opinión

El PPdeG y el galeguismo


Manuel Fraga impulsó un galeguismo de queimada y empanada tras su regreso a Galicia para que en la romería del PPdeG pudiese bailar hasta la derecha con sentimiento nacionalista. La repetición de mayorías absolutas por la unión del sector de la boina y del birrete anuló la posibilidad de que en Galicia encontrase hueco una fuerza soberanista conservadora a la manera del PNV en Euskadi. La ultraderecha también se quedó sin motivos para levantar la mano con el Patrón al mando de la Xunta. Se trataba de un político que se había sentado en el Consejo de Ministros del dictador Franco pero que consiguió matizar el pasado al ser uno de los redactores de la Constitución.

La corriente españolista ni se atrevió a discutirle a Fraga la ley de normalización lingüística que promovía el uso del gallego en la enseñanza. Lo hizo después con el candidato Feijóo a través del ruido de Galicia Bilingüe a cambio de apoyarle en la campaña para que el PP recuperase la Xunta tras el revés electoral por el Prestige y cuatro años de Gobierno bipartito. El presidente Feijóo correspondió a la manifestación convocada en Santiago antes de las elecciones –él no acudió pero envió a Alfonso Rueda, Ana Pastor o Carlos Negrerira– rebajando la presencia del gallego en las aulas con el llamado decreto del plurilingüismo. Feijóo no le dio mucha más bola a Gloria Lago –la misma que ahora coloca vallas destrozando la toponimia durante otro periodo electoral– consciente de que las mayorías absolutas las amarraba por la derecha pero sin cortar con el sentimiento galeguista de una gran parte de la población.

La ausencia de Vox en Galicia, con un único concejal en Avión, provoca sorpresa en todo Estado, pero la ultraderecha protagonizó el pleno del Parlamento horas antes de que comenzase la campaña de las generales. “Se o PSOE ten ganas de que houbera Vox aquí, vostedes teñen necesidade”, le soltó el presidente Alfonso Rueda a la nacionalista Ana Pontón. La fuerza del BNG, como la de En Marea en la anterior legislatura, espantó la tentación, aunque minoritaria, de que el PPdeG se escorase más a la derecha. El puñado de militantes que se dejaron seducir en 2016 por Mario Conde y ahora por Abascal no hacen romería.

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