Opinión

La queja de asignatura

Una alumna de segundo de Bachillerato en un instituto público de A Coruña confesó este fin de semana su impaciencia por comenzar las clases para no quedarse rezagada de cara a la preparación de la prueba de acceso a la Universidad que puede condicionar el resto de su vida: "A ver si empezamos porque los de la concertada ya lo han hecho y nosotros vamos con retraso". Si nada se tuerce, lo hará este miércoles.  

Es indiscutible que muchos directores de instituto y profesores se han dejado el pellejo para acondicionar las aulas y suplir con voluntad la falta de medios –materiales y humanos– que siempre son o parecen insuficientes. También resulta una faena los virajes de protocolo y criterio con las medidas de seguridad, pero llegar los últimos al inicio de curso con amenaza de motín del equipo directivo de algunos centros no es precisamente un mérito que puedan sumar a su carrera académica. La enseñanza pública de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional en Galicia regresa a las aulas por detrás de la concertada, Infantil y Primaria y la Universidad, que no es obligatoria. No hay disculpas para el cateado, ni siquiera la seguridad porque cuando se sale de exursión o a una visita cultural también se convive con el riesgo de accidente. 

Ayer se reabrió "con total normalidad" el Colegio Calasancio de Pontevedra, el primero en verse obligado a cerrar  por ocho positivos de covid-19 en la plantilla. Mientras, en Vigo clausuraron dos aulas en el Colegio Mariano y en el CEIP Pintor Laxeiro por  dos positivos y lo mismo sucedió en el CEIP O Couto de Ourense y en el Calvo Sotelo de O Carballiño. Habrá más casos, pero quiere decir que la educación seguirá girando para que la queja no acabe siendo una asignatura. 

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