Opinión

La república tardará

Para un republicano convencido pero sin llegar a antimonárquico intolerante, el juramento de la Constitución de 1978 y el sometimiento de la princesa Leonor al Derecho, las Cortes y las autonomías por su mayoría de edad provoca una respetuosa indiferencia, similar a la mostrada por Marta Lois, portavoz de Sumar, al saludar a los representantes de la Corona en el besamanos –vocablo espantoso– para cerrar el acto en el Congreso. La viguesa representó a una gran parte de la sociedad actual con su real desgana, aunque habrá quien opine que es mejor no ir, como anunciaron días antes PNV, ERC, BNG, Junts o una parte de Sumar (Podemos), que cumplir con el protocolo institucional con cara de que estás obligado a asistir.

Los republicanos estamos perdidos

Leonor celebró su mayoría de edad con una fiesta a caballo del siglo pasado, pero la monarquía se sostiene por la tradición. Quizá salga a cuenta por una vida de despreocupación ante el curro o el recibo de la luz. Sólo la princesa puede responder si compensa los tres años de cuartel que está metiéndose a cambio del encierro futuro en palacio. Los monárquicos recalcitrantes pueden estar tranquilos. Gerardo Fernández Albor tenía razón. Los republicanos estamos perdidos. “Veo muy bien a la monarquía. Han tenido niñas y las reinas son más queridas”, comentó el presidente de la Xunta entre 1982 y 1987 al chófer de anécdotas cuando parecía que Pablo Iglesias podría asaltar el cielo con Podemos y Juan Carlos volar La Zarzuela cambiando Corona por Corinna.

La princesa Leonor para la monarquía es como contar con Messi en la cantera hasta que le llegue el momento de defender la titularidad en el primer equipo. Sólo faltó una pillería para que la adhesión a la princesa fuese absoluta, o casi. Si Pedro Sánchez maniobró con sagacidad al ofrecer el día antes la foto de Santos Cerdán, número tres del PSOE, con Puigdemont para allanar la investidura, consciente de que el juramento de Leonor desplazaría la polémica imagen de la primera línea informativa, el rey Felipe VI podría haber sugerido la declaración de festivo por un acto de tanta solemnidad. Saldría adelante por unanimidad y el personal podría haber hecho un puente real que le permitiría estar de viernes a miércoles limpiando tumbas o herencias.

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