Opinión

Reyes ricos, pobres niños

El día que murió su padre, a una colega se le ocurrió quedarse preñada para no estar sola en este mundo. Otros amigos opinan que sencillamente pasó de poner los medios necesarios para evitar el embarazo pero, tanto si se da por buena la primera versión como si es más precisa la segunda, el resultado fue el mismo. El novio salió por piernas al conocer la noticia de la gestación como había hecho antes con otros dos churumbeles nacidos de distintas madres. 

La chavala, con piso pagado pero sin curro durante el estado de gravidez, tiró de los pocos ahorros que había heredado para alumbrar un cativo con cara de futuro ministro. Los colegas y vecinos también le echaron una mano porque hay más gente buena que mala, aunque es menos ruidosa con sus actos. Uno aportó un cambiador, otro la primera silla, algunos se acordaron de la ropa de bebé que guardaban de sus hijos por nostalgia...

Y fue pasando el tiempo. El chaval continúa creciendo, la madre consiguió un trabajo precario y sigue tirando del carro como puede. La tarde de Reyes nadie se olvida de ella ni del cativo. Los colegas volvieron al trastero para rescatar juguetes en buen estado a los que ya nadie hace caso o nunca  prestaron atención. Hace no tanto tiempo, los Reyes traían una pelota o una muñeca y todos tan contentos a jugar a la calle. Hoy ese niño, como tantos otros, estará desbordado por la saturación de estímulos y de juguetes. 

Las caravanas para entrar en los centros comerciales de las principales ciudades gallegas no desmerecieron en comparación con los atascos para acudir a presenciar las cabalgatas reales con los churumbeles. Este consumismo desbocado acabará pasando factura y no sólo afectará a la cuenta corriente. La palabra que más se repiten los niños es "quiero" en vez de "te quiero" y es lógico que el próximo año quieran más. 

Reyes ricos, pobres niños de una sociedad que camina con una ostentosa brújula estropeada. 

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