Opinión

"Yo sólo vine a por la firma digital"

En la gestoría del pueblo varios ancianos esperan hablando de la sorprendente escasez de agua en invierno como si se tratase de la cola del médico. Nadie intenta colarse con el pretexto de que sólo ha venido a por recetas. El hombre que atiende detrás de la mesa intenta explicar a un señor que no volverá a cumplir 70 años que para resolverle las gestiones con la Agencia Tributaria es necesario que le autorice el certificado digital. Y para cualquier trámite tiene que pedir cita previa. "¿Quieres decir que si yo me presento mañana en Hacienda sin avisar nadie me va a atender?", pregunta con razón el veterano contribuyente. El gestor se encoge de hombros y responde: "Estamos ante la dictadura de la Administración. Todos los que están ahí sentados vienen a por lo mismo".

El mal de todos parece consolar al cliente. Al final apalabran día y hora para la cita, aunque el anciano se marcha sin comprender qué es esa firma digital imprescindible incluso para apoquinar al fisco. Y esto ocurre en un país envejecido con una gran parte de la población ajena a las nuevas tecnologías.

Es comprensible que la tercera edad considere la rendición ante la revolución tecnológica un auténtico disparate porque el papel siempre acabará sobreviviendo a cualquier aparato que necesite electricidad para poder leer un documento.

Mientras los ancianos que hacían cola en la gestoría conservan sus recuerdos fotográficos a buen recaudo en un álbum, las nuevas generaciones han tenido tantas veces que cambiar el soporte de almacenamiento que muchas veces no saben ni dónde están las imágenes ni si podrán ser leídas por los dispositivos más recientes.

Imagine que ha comprado una casa y le dicen que las escrituras de propiedad sólo se las entregarán en un PDF con la misma validez que el documento en papel. Que sí, que el progreso está muy bien, pero cualquiera con un poco de sentido común prefiere un legajo que pueda ser leído incluso a la luz de una vela. El ahorro pretendido con la gestión digital también está sometido al coste de las licencias informáticas y siempre será rehén del tipo que almacena los datos en algún lugar desconocido. Menudo papel como pulse el botón de apagado.

Te puede interesar