Opinión

Tocar el tambor hasta que se abran las venas

Günter Grass y Eduardo Galeano se han puesto de acuerdo para poner el punto y final en la misma hoja del calendario. Dan ganas de tocar el tambor de hojalata hasta que se abran las venas. Cada uno a su manera, el nobel de Literatura alemán  y el escritor uruguayo, que también mereció la distinción aunque no se la concedieron, contribuyeron a martillear conciencias con la palabra incómoda.


Cuenta esta periódico que Eduardo Galeano confesó durante su última visita a Ourense en 2012 para presentar en el Auditorio 'Los hijos de los días' que la mejor crítica que había recibido en su vida se la habían propinado aquí siete años antes tras la firma de su obra 'Espejos'. Un ourensano con el ceño fruncido le espetó al finalizar el acto: "Qué difícil ha de ser escribir tan sencillo'. Y se marchó sin malgastar otra palabra y sin esperar respuesta. El halago dejó marcado al uruguayo, porque ya antes había contado la anécdota en una entrevista que concedió a 'El Clarín de Chile' en marzo de 2008 con una oratoria tan sencilla como brillante.


Hace unos años, un estudioso de esta tierra de aristas y de artistas presumió durante una conferencia ante sus parroquianos de contar con una biblioteca de casi 4.000 volúmenes. Una señora escuchó su perorata un tiempo hasta que cansada de la inmodestia le soltó: ¿Y los ha leídos todos? También se marchó, dejando al conferenciante desconcertado.


Ayer se apagaron dos gigantes de las letras, dos testigos molestos que no quisieron pasar por alto las atrocidades que se ha vivido en este siglo. Las redes sociales se inundaron inmediatamente por un torrente de reconocimientos, unos sencillos, otros un tanto afectados. Es plausible el concurso de ocurrencias como sueltan cada día escritores de un cuerpo de letra menor, pero el mejor homenaje que se le puede hacer  a Günter Grass y a Eduardo Galeano es leerlos y caminar por el filo de sus pensamientos.

Escribió Rainer María Rilke en 'Cartas a un joven poeta' que la única condición indispensable para alcanzar el éxito es tener la necesidad irrefrenable de enfrentarse al folio en blanco cada día. Y de romper sin miedo lo que no merece la pena. Ya dijo el lector ourensano que escribir sencillo es muy difícil. Y si lo dijo, fue porque antes lo leyó.

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