Opinión

La vacuna no lleva la culpa

Los colegas ya no invitan a bodas, al menos hasta que los hijos decidan pasar por el aro. Llaman para que no pierdas un entierro. Del brete al trago. El tiempo se mide pero no se detiene. De nada vale lamentar haberle dicho que no a la invitación para acompañarlo en su enlace al amigo que ahora se despide con dolor sentido delante de su cajón sin que lo haya pedido. La pérdida de aquel instante de felicidad también se sufre cuando ya no hay remedio. “No se cuidaba mucho, pero esto tiene que ser por la vacuna. No es normal que haya tantos trombos. Están cayendo como moscas chavales de 50 años o poco más como nosotros”, repite otro colega en el intento de buscar explicación a un derrame cerebral.

La consideración de chavales provoca una sonrisa de travesura entre los que lo escuchan. Hacen la cuenta de los conocidos a los que citó la parca antes del tiempo biológico, según la actual esperanza de vida, y salen casi una docena sin repasar la agenda del móvil en la que, por cierto, el número del finado sigue en línea cuando se accede a una red de mensajería para repasar las últimas imágenes compartidas. La mayoría del parte de bajas ha trabajado la noche o en la noche, pero se hace como si no se hubiese estado. “Yo no estaba y si estaba, estaba dormido”, contestábamos en los años mozos para no dar pistas de la juerga corrida.

El covid ha causado una masacre generacional: la de los mayores que cayeron antes de recibir la vacuna a la que también se recurre para evitar el recuento de los excesos cometidos. La factura de la farra se paga tiempo después, curiosamente cuando el personal empieza a ser consciente de que la partida pasa en un suspiro. Una parte de la generación que nació en los años 60 se fue de este mundo al galope. Su golfería no era mayor. Ya un gran porcentaje de la anterior se había consumido dándole caña al vaso. La generación alumbrada en los 70 vio el drama de la chuta en las calles y esquivó la heroína, pero también se pasó de la raya con una droga que entraba por Galicia y llegaba a todas partes como la ruta del pescado. La rapazada de hoy en día andará con otras sustancias. La necesidad de flipar hasta que el cuerpo aguante es muy humana, ya sea con cocaína, alcohol, hachís, religión, sexo o velocidad. Y para eso no hay vacuna.  

Te puede interesar