Opinión

Vidas agujereadas

El salto al vacío en los ojos de un pellejo sujeto por huesos alerta de que la heroína está de vuelta en las calles. La impresión tras contemplar el tránsito de dos vidas agujereadas por la Marina coruñesa es confirmada poco después a la hora del telediario. Agentes de la Udyco intervinieron 24 kilos de heroína y apresaron a dos personas en una operación desarrollada los días 2 y 3 en Pontevedra. Retiran del mercado unos 65 kilos de caballo, una sustancia más barata y mucho más devastadora que la cocaína.

No toda la droga es igual. La desarticulación a manos de la Guardia Civil y de la Dirección Adjunta de Vigilancia Aduanera de una organización que se dedicaba al cultivo y distribución de marihuana desde el municipio lucense de Cospeito es hoy lucha contra el crimen, pero con un cambio legislativo, como sucede en otros países del primer mundo, se trataría de 346 plantas y del trabajo de un agricultor que sería multado por trampear la luz. La sanidad, la educación y los servicios sociales agradecerían los impuestos por una actividad igual de nociva para la salud que el trabajo del enólogo.

El narcosubmarino encontrado a una milla de Vilaxoán (Vilagarcía) a mediados de marzo y la fábrica de cocaína desmantelada días después en Cerdedo-Cotobade indican que el narcotráfico vuelve a operar con comodidad en Galicia. Cazaron a los narcotraficantes colombianos y mexicanos por no atenerse a la costumbre local de saludar a los vecinos al pasar.

José Abreu, inspector jefe de la Udyco, apuntó durante la exposición ante la prensa de los fardos de heroína que tanto los clanes sudamericanos de cocaína como los europeos que transportan el caballo “prefieren operar con gallegos porque son serios trabajando”. Las dos personas detenidas en esta operación son jóvenes, “pero en otras nos hemos encontrado con veteranos de 78 años, históricos”. La sociedad tiende a pasar del tema como si se tratase de unos gramos de hachís incautados y a escapar del yonqui. Hasta que la aguja entra en casa. Cuando sucede ya no hay remedio. La generación que nació en los años 60 perdió peña muy brillante que experimentó con lo desconocido como un juego y acabó colgada de la chuta. De ese columpio resulta casi imposible bajar. Ya sabemos el macabro resultado, no hay disculpa.

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