Opinión

De zorros y votos

Q ue sí, que todo se puede debatir, pero cambiar la ley para que sea alcalde el candidato más votado del "pueblo y no una coalición de perdedores", según resumió Mariano Rajoy el espíritu de la reforma, no es una cuestión que se pueda despachar con la urgencia del que jubila a un rey o cambia la constitución en una tarde para que el pago de la deuda tenga más prioridad que el gasto sanitario o educativo.

Al PP le ha entrado prisa para cumplir al menos con una promesa electoral y en la oposición se aprecia un estado de nerviosismo de cara a las próximas elecciones municipales, aunque no es probable que llegue a la hora. El presidente Feijóo lleva tiempo predicando y ayer en el campus FAES pidió que el sistema de elección directa vaya más allá de los alcaldes. El guiso constitucional y estatutario podría ser macanudo.

Todo se puede discutir, pero la emergencia no se esconde en el sistema de elección proporcional. La Ley D'Hondt ya permite que un partido consiga mayoría absoluta con el 42% de los votos. Con el sistema de elección directa podría darse el caso de que el alcalde no tuviese la mayoría en el pleno y sería difícil que lo digiriese el Constitucional. Se le puede dar una vuelta a este asunto, pero el problema es el número de políticos imputados, la politización del sistema judicial, el número de aforados, la duplicidad de ventanillas, el número de coches oficiales, el recorte de médicos y docentes, el número de parados a pesar de una buena noticia, el número de familias sin ingresos, el número de hogares a un paso de ingresar oficialmente en la lista de la pobreza, el número de dependientes a la espera de las ayudas... Ni siquiera el Senado sería un problema si ejerciese de cámara de representación territorial en vez de ser el retiro pagado para veteranos del partido.

Cuando un dirigente del PP sale a justificar la repentina necesidad de cambiar el sistema de elección de alcalde a pocos meses de las municipales, uno recuerda a Arsenio Iglesias. "De verdad que no sabía nada", respondía el astuto 'Zorro de Arteixo' cuando le preguntaban por la casualidad de que un instituto se apostase a pocos metros de su librería unos meses después de su apertura.

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