Opinión

Fiestas gastronómicas

Festa do Pulpo de Carballiño
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Tanto la provincia de Ourense como toda Galicia arden en verano en festejos gastronómicos. El antecedente de la catarata de fiestas culinarias multitudinarias que pivotan alrededor de un producto popular o plato gastronómico surge en el año 1953, con la exaltación del vino Albariño de Cambados. En los sesenta aparecen varias más, en especial las sardinadas (y, por cierto, la celebración de la “tradicional” queimada, que surge a finales de los 50), las exaltaciones de los mariscos (la más destacada es la de O Grove) y un poco más tarde las churrascadas, de ascendencia indiana, que promueven en especial la carne de vacuno (aunque también las de cordero, carnero al espeto y cabrito “parrillero”). 

El hito más singular de los sesenta fue sin duda la fiesta del cocido de Lalín, que surge en 1969. En los setenta y ochenta creció también el número de los festejos gastronómicos, pero fue en la década de 1990, cuando se produjo un auténtico boom de las fiestas de exaltación culinaria, a lo largo y ancho del país, alcanzando en la actualidad una cifra que supera con creces las 3.000 celebraciones populares. Entre las más interesantes cabe destacar, por cierto, la fiesta del pan de Cea y la del pulpo, homenajeado triunfalmente en O Carballiño.

Las fiestas gastronómicas constituyen en buena medida la expresión del localismo, de la identidad del pueblo o la parroquia, que se vincula a un producto característico de la zona, o bien a un preparado culinario tradicional por el que sus habitantes manifiestan un gran apego. Ponen de manifiesto un cierto minifundismo lúdico y festivo, patente también en tantos otros aspectos de la vida social tradicional del país, y en no pocos casos se advierte un planteamiento de la identidad localista revestida de un cierto carácter de competencia entre ciudades y parroquias. Todas ellas rivalizan para ver cuál de ellas consigue la fiesta más exitosa, medida por la cantidad de raciones consumidas, el número de asistente y la orquesta de mayor prestigio que se contrató para amenizar la velada festiva. 

Estas celebraciones presentan algunos aspectos muy positivos: ofrecen productos de calidad a buen precio, cultivan fórmulas gastronómicas genuinas y se adhieren a una cocina de impronta saludable. Revelan, además, la adhesión popular de que disfruta la gastronomía tradicional gallega, lo que ha contribuido a frenar la penetración de la gastronomía foránea trivial y globalizada que se suele bautizar cómo fast food. Además, estas reuniones expresan el placer de comer y convivir. Las fiestas gastronómicas se distancian del pantagruelismo característico de las comidas excesivas de las fiestas del patrón de la parroquia. 

La celebración constituye un acontecimiento razonable y cordial, en el que se produce la convivencia amable de muchas personas entregadas al grato placer de disfrutar en buena compañía de algún alimento apreciado. Por lo regular, los asistentes a la celebración se comportan con “siso e xeito”.

Ahora bien, no parece que sea un ejercicio de crítica gratuita señalar algunos aspectos que resultan objetables de las fiestas, y que convendría evitar o atenuar. Por vía de ejemplo, la masificación excesiva que no pocas veces se registra en tales encuentros y que deteriora tanto la bondad del condumio ofertado como la calidad de la atención (dificultando el necesario sosiego con el que conviene realizar el ágape). Viene a cuento señalar también que por el hecho de prestar atención preferente a un alimento o a una fórmula culinaria tradicional se ha debido pagar un precio. En cierta medida, se pasó de la fiesta del santo patrón a la fiesta del producto santificado. Esta actitud conservadora, y en cierto modo de mitificación, es posible que haya contribuido a inhibir, menoscabar y retardar el impulso creativo en el terreno de la culinaria gallega, cuya pulsión modernizadora eclosionó con un sensible retraso en relación con la catalana o a la vasca, por ejemplo. 

Pero hay un aspecto positivo que destacar: se ha venido produciendo una evolución en las fiestas de exaltación gastronómica: cada vez se alienta más la creatividad y la promoción de recetas innovadoras, al lado de las tradicionales.

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