Opinión

Crónica de ¡Viva la Pepa!

Mientras escuchaba el solemne discurso leído en el Oratorio de san Felipe Neri por el senador Alberto Núñez Feijóo no he podido menos que sentir decepción. Confieso que, desde el afecto que generan más de catorce años de cercanía personal, aunque no ideológica, tenía la esperanza de ver en su ejercicio de oposición seriedad, pragmatismo, propuestas bien meditadas y la recuperación de una derecha sólida y no vociferante, como era la de su antecesor en la presidencia del PP. No está siendo así. Además de dar bandazos y palos de ciego en todas las materias puntuales y urgentes, fracasando en las contrapropuestas económicas, sociales, energéticas, europeas… en Cádiz se ha situado en la ambigüedad de un sueño retórico y arcaico a la búsqueda de titulares.

El senador Feijóo se fue hasta la tacita de plata como aquellos constituyentes que huían del progreso afrancesado, venido de Europa, dispuestos a rendirse a una monarquía parlamentaria imposible. Así el grito de ¡Viva la Pepa! acabó convertido en un fiasco para los bisoños liberales de entonces. Me cuesta saber qué ha querido escenificar el líder del PP arropándose con el manto de la manoseada Constitución de 1812. El olor a naftalina de la puesta en escena, solitario ante el silencio de un puñado de incondicionales, para firmar un documento como espejo de la frase de Fernando VII, “marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional”, le han servido para presentar sesenta medidas fantasmas.

Las propuestas para una hipotética regeneración democrática y un presunto Plan de Calidad Institucional transmitieron la imagen del bombero pirómano. Se le vio en plena faena de apagar un fuego iniciado por él mismo al negar el mandato constitucional de renovar el caducado Consejo General del Poder Judicial, al generar un insólito enfrentamiento entre el Tribunal Constitucional y el Senado, al aceptar el cogobierno en Castilla y León con la ultraderecha, al poner zancadillas en la UE a la excepción ibérica, al aceptar la ausencia de Alfonso Rueda en la cumbre hispano-alemana de A Coruña –con la presencia de Sánchez y Scholz- y afear la corta presencia de Pere Aragonés, que sí recibió a Macron, en la cumbre franco-hispana de Barcelona… Sí, transmitió un necesario plan de regeneración democrática en Génova 13, antes que en esa inoportuna ensoñación de las Cortes de Cádiz.

De momento el senador Feijóo no tiene proyecto económico para España, ni propuestas para completar la articulación pacífica y consensuada de las comunidades autónomas, ni planteamientos sanitarios eficaces, ni fórmulas educativas, ni promesas para las pensiones, ni plan de obras públicas… y si los tiene los guarda bajo siete llaves para que no los conozcamos. A Cádiz se fue pasando por los cerros de Úbeda, cantando una nana para dormir a los niños buenos, y volviendo a utilizar el viejo método de la “política de gestos”, herencia de la rancia derecha carpetovetónica. Enarbolando frases como aquellas de Fraga de “somos la mayoría natural”, o aquella otra para crear la no nata “ventanilla única”, o la eterna de “España se rompe”, o la tan conocida afirmación de Montoro “hundan España que nosotros la levantaremos”… Y, para colmo, el único enunciado preparado con el fin de generar novedad, “que en los ayuntamientos gobierne la lista más votada”, le ha estallado dentro de su propio partido. Remató con un institucional “muchas gracias señor presidente” -por Moreno Bonilla- en un acto de partido y le faltó un apropiado ¡Viva la Pepa! 

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