Opinión

Cuando los socios se suicidan

Si Jácome vestido de caricato hubiera subido a un escenario, sacado un globo terráqueo de una chistera, jugado con él y lo presentara como su sueño electoral, habría obtenido los mismos escaños en el ayuntamiento de Ourense. Jácome no tiene la categoría de Chaplin pero cosecha tantas carcajadas como “El gran dictador” con las que paradójicamente ahoga las críticas a su mala gestión. El triunfo de este personaje demuestra la ley en vigor por la cual el número de votos es proporcional al alza según la payasada del candidato. A mí Jácome no me merece ningún respeto ni personal ni político, por lo mismo, tampoco sus anónimos votantes. Sin embargo representa una realidad sociológica a la que nos está arrastrando la lucha por el poder sin otros argumentos ideológicos que la gestualidad paródica. En las elecciones pasadas ha quedado demostrado que la buena gestión no suma votos y que las malas praxis no se castigan en las urnas. El alcalde de Ourense está en la poltrona porque lo aupó el PPdeG bajo el mandato de Feijóo, lo que hace suponer que él no tendrá empacho en sentarse en un Consejo de Ministros con individuos como Abascal, dispuestos a moverle el sillón de mando desde dentro. Ourense es su espejo.

El consuelo tradicional de admitir malas compañías de cama para amasar el poder se ha convertido en un lamentable espectáculo de la vida política. De un lado los intereses espurios y de otro, la falta de madurez pragmática, conducen a cohabitaciones indeseables. La inmediata alianza de PP y Vox en los gobiernos será una bomba de relojería de mayor trascendencia que el ensayo de coalición de izquierdas de Pedro Sánchez. Un mal al que los dos grandes partidos deben poner remedio so pena de mantener al país entre el miedo y las mentiras mediáticas. A Sánchez se le ha suicidado su socio. Unidas Podemos agoniza lentamente anulando un caudal de votos absolutamente necesarios para la gobernabilidad progresista. Votos difícilmente reciclables por Yolanda Díaz en solitario, perdida en el laberinto de sus dilaciones, y por los golpes de pecho de Pablo Iglesias, desahuciado por sus incoherencias. Al otro lado de la línea, los de Feijóo han fagocitado a Ciudadanos -su socio de presunto centro-, para quedarse solos ante los peligrosos disparates de la extrema derecha. Ante todo un ejército de Jácomes, bien pertrechados ideológicamente, a quienes tratan de sustraerle el discurso sin presentar ningún otro programa que la jubilación de Sánchez.

Con el suicidio de los socios emergentes, el bipartidismo está de vuelta. La izquierda levantando las banderas de la gestión, la derecha izando el estandarte de la reconquista. Desde Aznar a nuestros días al PP le ha dado buen resultado electoral la máxima católica de que el fin justifica los medios y que es bueno quemar los cuerpos para salvar las almas. Ese es el programa de Aznar-Ayuso-Feijóo batiendo escandaleras y dejando tierra quemada por donde pisan. En el PSOE siguen empeñados en el esfuerzo de formular propuestas sobre propuestas para que los contrarios las desacrediten con bulos y eslogans afortunados. Esta es la dinámica donde, entre los gritos y la razón, el oído de la ciudadanía sin formación política se queda con el escándalo, la gracieta y el espectáculo. Se apunta a la fiesta del gran dictador y propicia un mundo de caricaturas, chistes y memes en los que tipos como Ronald Reagan, Donad Trump, Boris John-son, Berlusconi y, por qué no, Jácome alcanzan cuotas de poder que ponen en peligro la convivencia ciudadana saludable. E, incluso, la democracia.

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