Opinión

De la mentira al temor

Hoy concluye la campaña electoral más bronca de cuantas he conocido desde la muerte física del dictador. Si me pidieran señalar el concepto más transitado por los discursos e informaciones sin duda elegiría la mentira acompañada del bulo, ambos secundados por el cinismo. Junto a ese catecismo debo colocar al temor, hermano menor del miedo. Y sin embargo, ninguno de esos cinco conceptos me son ajenos, por mor de conocer la historia política de la que somos herederos desde tiempos inmemoriales y por haber militado en la esperanza de transformación de nuestra sociedad gracias al progreso, al imperio de las comunicaciones y a la universalización de la cultura. Las dos últimas campañas electorales, quizás dentro de un proceso internacional de destrucción de la democracia y de la convivencia pacífica, han situado la vida pública española en un inusual escenario de desfachatez y perversión dialéctica muy peligroso.

La utilización de la mentira por parte de la derecha, representada por Feijóo y Abascal y jaleada por interesados poderes fácticos, ha sido la técnica perfectamente articulada en las dos convocatorias. Los buenos resultados para el bloque PP-Vox en las municipales y autonómicas les ha llevado a profundizar en el método durante la campaña de las generales. Siempre tomando como referencia el ejemplo de Díaz Ayuso, Feijóo no ha dudado en acusar al gobierno de Pedro Sánchez de ineficaz y mentiroso. Imagen calculada para pedir el respaldo popular necesario para derogarlo. No obstante las mentiras, además de tener las tradicionales patas muy cortas, han acabado por convertirse en un bumerang contra él gracias a la profesionalidad de los periodistas y a la fuerza de las corrientes incontrolables de las redes sociales. El líder gallego se ha ido derogando a sí mismo, a su centrismo, moderación y preparación como gestor, mientras se le derretía entre los dedos la mantequilla de los argumentos inconsistentes contra el líder socialista. La bronca y las desmedidas falsedades lanzadas durante el cara a cara han acabado pasándole factura al candidato popular. Incluso, con su ausencia en el debate a cuatro del miércoles en TVE, ha cedido a Santiago Abascal el timón ideológico del bloque que él debería conducir hacia el centro con mano firme.

Queda lejos la frase de aquel rey medieval gallego, creo que Alfonso VII de León, quien aseguró que “lo importante no es ganar la batalla sino tener al cronista de tu parte”. Esa máxima nos ha llevado a estudiar en los libros de texto falsas contiendas, como la batalla de Clavijo, o a levantar monumentos a reyes incompetentes como Felipe V o Alfonso XIII y a retener en la memoria una innumerable lista de personajes resaltados en los callejeros de todo el país. Temo que a esa tradición de la farsa se han acogido los asesores de Feijóo obviando la importancia del pluralismo informativo actual, el valor de las hemerotecas y la volatilidad de los acontecimientos. Obsesionados por ganar la batalla han perdido la realidad del campo en el que tenía lugar y aunque alcancen la suerte de la lotería electoral, como les auguran las encuestas, el dúo Feijóo-Abascal no pasará a la historia del progreso de España pero estoy seguro de que tendrán un lugar preferente en la antología del juego sucio político.

Con todo, aunque salgamos de esta encrucijada con bien y llegue a gobernar el bloque de izquierdas contra los pronósticos de la demoscopia, la película ideológica proyectada durante estas dos campañas, que nunca esperé ver protagonizada por Alberto Núñez Feijóo, me produce, cuando menos, temor e inquietud.

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