Opinión

No estaban maduras

Aunque se le atribuye a Esopo, la fábula del zorro y las uvas yo la leí en un libro de Félix María de Samaniego e imagino que, por razón de edad, a Alberto Núñez Feijóo también se la debieron de explicar en el colegio. Sin embargo no la aprendió, pues de saberla jamás la habría escenificado en su fallida investidura que, salvo algún imprevisto, se certificará hoy viernes en el Congreso. El líder popular tenía hambre de poder, hambre de ser presidente del Gobierno de España, y así se lo comunicó al rey. Hasta donde le permite interpretar la Constitución, Felipe VI le otorgó el place para acudir a la viña donde las uvas estaban a más de cuatro metros de altura por encima de las posibilidades del candidato. Alberto, después de un mes saltando infructuosamente, nada más subir a la palestra mostró su impotencia y manifestó que las uvas no estaban maduras. No es que no pudiera alcanzarlas, no, es que él ya no quería ser presidente aunque le acuciara el hambre de poder.

Resultó patético ver y escuchar entre aplausos de los suyos cómo transformaba su gloriosa investidura en una vulgar y escandalosa moción de censura a un Gobierno inexistente. Además, después de tanto alardear de cumplir con el encargo de su majestad convirtió su actuación en una falta de respeto al rey. ¿Por qué? Sencillamente porque no cumplió con el encargo del monarca, esto es, presentar su programa de gestión y tratar de convencer al hemiciclo de la oportunidad de aceptarlo. Así es el proceso de investidura. Por tanto, si debía salir a la palestra con un objetivo distinto al confiado, lo políticamente correcto, lo constitucionalmente adecuado, hubiera sido pedir audiencia al jefe del Estado y devolverle la prenda del encargo. Felipe VI no le había encomendado utilizar la tribuna para lanzar un mitin de una presunta campaña electoral. Ni utilizar una función constitucional, la investidura, para afirmar su liderazgo dentro de su propio partido. Ni buscar el falso titular triunfante sobre las cenizas de una derrota anunciada. En su corta carrera en la cúpula del PP Feijóo ha utilizado los mecanismos institucionales en beneficio propio puesto que las uvas sí estaban maduras, pero lejos de su alcance. Es probable que hoy comience su función como jefe de la oposición, que en poco tiempo tenga que volver a tomar la palabra en la tribuna para oponerse a Sánchez, a quien no ha logrado derogar, y tendrá que hacerlo con el saco repleto de argumentos añejos. Los manoseó todos en el discurso del miércoles mientras el presidente en funciones guardaba los suyos en la nevera. 

Se le ha puesto difícil el camino a la Moncloa al expresidente de la Xunta. Cuando lo inició tenía dos años por delante para afirmarse en el liderazgo real de su partido y sin embargo ha acabado cayendo bajo los designios de Aznar y moviéndose con la brújula de Vox. Se dejó engañar por el “efecto Feijóo” inventado por los poderes fácticos de la derecha y ha tropezado una y otra vez dejando hecho jirones el prestigio con el que llegó a Madrid. Si consigue mantenerse los próximos cuatro años en la oposición y en la presidencia del PP, deberá sacudirse el peso de la extrema derecha para absorber los votos de la caverna, los mismos que le dieron las mayorías a Aznar y Rajoy. Estará obligado a abandonar los bulos y mentiras. Tendrá que reconducir las ideas y los discursos para aproximarse a la realidad de la España diversa. Y si por fin lleva al centro al PP quizás con sesenta y seis años, como le auguré en Santiago, vuelva a tener opción para alcanzar las uvas maduras.

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