Opinión

Quo vadis Alberto

Después del empate técnico entre derechas e izquierdas emanado de las urnas el 23J, Alberto Núñez Feijóo le ha pedido a Pedro Sánchez una prórroga de dos años para derogar el sanchismo. A tenor de los desacuerdos, desde la llegada del líder gallego a la cúpula del PP nacional y del currículo de bandazos que arrastra, resulta lógico que el líder socialista le haya dado calabazas. A día de hoy Sánchez no le compraría ni un coche nuevo a Feijóo. Mucho menos uno usado como es el de los pactos de consenso, regeneración democrática y demás apuntes altisonantes llevados a la entrevista con la certeza de que no habrían de pasar de titulares de prensa para marear la perdiz. Así la situación los espectadores nos preguntamos a qué regeneración aspira Feijóo más allá de ganarle la partida a Sánchez con argumentos peregrinos y dudosas actitudes en el ejercicio de la democracia y de las reglas del juego que nos dimos en 1978.

La demoscopia y el efecto bumerang (tan peligroso en política) han colocado al expresidente gallego en un trapecio sin red. Cuesta entender que haya creído a pies juntillas en las encuestas fabricadas con el mismo trampantojo seguido por Albert Rivera, Pablo Casado, Pablo Iglesias y otros oportunistas ya perdidos en la memoria. Lo descubrió tarde, cuando en la noche electoral se lamentó de que “el termómetro estaba trucado”. Sánchez, con el sorpresivo adelanto electoral, acababa de ganarle la batalla táctica aunque no lo superara en escaños. Y además Feijóo, durante la campaña, guiado por el espejismo de un gobierno en solitario imposible a la sombra de la extrema derecha, rompió todos los puentes de entendimiento con los nacionalistas y adláteres. El efecto bumerang de semejante disparate lo sufre ahora el PP sin agua para beber en el desierto de la soledad parlamentaria. Tanto desatino solo lo explicaría una bisoñez política ajena a la trayectoria del candidato gallego. Y, lo que resulta más chocante, en su afán de ser investido sigue remando en el mismo sentido contrario a las aguas de la realidad político-social.

Choca el empeño machacón por hacer responsable a Felipe VI de su nominación como garantía constitucional. Ha inducido al rey a considerar una “hipotética costumbre” como paso legal para hacer valer la “lista ganadora”. Una acción que puede traer lamentables e incómodas consecuencias para la corona. La opción más votada no es la ganadora en una monarquía parlamentaria. Por el contrario es aquella que obtiene mayor consenso en las Cortes. Así pues, dado que ambos candidatos no presentaban garantías sólidas de “mayoría de éxito”, Felipe VI debió de dar paso a un tiempo de negociaciones en el Congreso por parte de los dos líderes y luego convocar una segunda ronda de consultas. Importantes presiones mediáticas y del PP nos han conducido al actual esperpento parlamentario de tramas y contradicciones en el que, incluso, los rumores de un tamayazo han tomado carta de naturaleza. Si Feijóo accediera a la presidencia de España con semejante aval u otra triquiñuela al uso, ¿habríamos de considerarlo un ejemplo de regeneración democrática?

Así las cosas, creo que Alberto Núñez Feijóo ubi ambulat hacia la jefatura de la oposición, aunque algunos en su partido aseguran que sueña con la repetición electoral en enero, pues ya existen encuestas que lo redimen del tropezón del 23J. Yo creo que aquel domingo Sánchez derogó a Feijóo, al menos por cuatro años. Sin embargo, quien venció contundentemente fue la ciudadanía frente a la demoscopia. Acontecimiento que cierta derecha desea olvidar. 

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