Opinión

La torre de Aznar

Las nuevas críticas de Aznar a las tácticas de Mariano Rajoy han levantado sarpullidos en las filas del PP menos apegadas a las historias pretéritas y más aferradas al poder gubernamental presente. El patrón de las FAES ha vuelto a marcar una línea divisoria entre su yo y el vosotros, entre sus sueños de gloria y la decadencia del pretendido régimen aznariano. Su ambición de dejar una huella profunda en la piel de toro se le escapa como agua entre las yemas y, con el mismo dedo que lo nombró, señala al sucesor como único culpable. La lógica del expresidente funciona así. 

Aznar fue educado en la épica de “por el Imperio hacia Dios” y se muestra convencido de poseer un caudillismo indestructible. Su pensamiento no es, por tanto, democrático y los tintes autoritarios emergen frente a la menor zozobra. Y esto puede ser producto de su yo más profundo, que le advierte de las verdaderas debilidades sobre las que se sustenta su personalidad. Le advierte de los complejos que afirma al negarlos. Le advierte de los miedos que disfraza con los errores de otros. Su altisonancia muestra aristas del producto más puro de la vieja educación franquista que padecimos.

Como gobernante Aznar construyó una fantasiosa torre de glorias para escribir en las crónicas. Sin embargo el paso del tiempo y los acontecimientos, en los que han ido sucumbiendo sus sucesores –Gürtel, Púnica, Bárcenas, Blesa, Matas, Rato, Acebes, Cascos, Ana Mato…-, hacen que esa construcción se desintegre bajo la lluvia corrupta de la realidad. Estos días, en círculos conservadores de Madrid, no resulta extraño escuchar que quizás Aznar no sienta tanta preocupación por la ruptura de España como por los tentáculos de la justicia, que tras atenazar a sus compañeros de pupitre, puedan alcanzarle o se cuelen por los resquicios de la gran boda de Ana y Alejandro o se enreden en cualquier privatización descuidada…  

La torre de ese Aznar vociferando tras las almenas contra la inacción de Mariano se parece mucho a La Torre del Arcano Mayor número 16 del tarot. Una carta que hace referencia a la catástrofe en ciernes, consecuencia de acontecimientos negativos sembrados en el pasado. La Torre de la cartomancia siempre advierte a la meiga de peleas en el seno de la familia y en el campo de las amistades. Sin embargo, también aconseja no hablar más de lo conveniente y ser prudentes. Y transmite soledad, tanto la del defensor que cae, como la del sitiador invisible. 

Sí, la torre de los dos gobiernos Aznar comenzó a sucumbir con las torpes mentiras sobre los atentados del 11 de marzo de 2004, sin embargo muchas otras han sobrevivido una década más a pesar de que las piedras angulares iban cayendo lentamente. Ahora el derrumbe del contrafuerte Rato está removiendo lo más profundo de los cimientos y Aznar lo teme más que a Cataluña. 
 

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