Opinión

Desconcertados

Un inmigrante ha entregado a la policía 800 euros que encontró alegando que su educación le impedía quedárselos. La primera reacción que tuve al escuchar la noticia fue ¡qué gilipollas! Si soy yo el que los encuentra me los quedo. Después me di cuenta de la estupidez y falta de valores éticos que implicaba mi reacción y sobre todo del cambio que había sufrido mi forma de pensar, ya que si la noticia la hubiera escuchado hace veinte años aplaudiría el comportamiento del inmigrante. Creo no equivocarme si digo que la inmensa mayoría de los ciudadanos piensan que el inmigrante es un ‘gilipollas’ y que, en el caso de los mayores de cuarenta, hace veinte aplaudirían el gesto de honradez. ¿Qué pasa en esta sociedad que poco a poco nos va moldeando casi de forma imperceptible, a su gusto, con sus valores? ¿Cómo es posible que ahora reaccionemos en contra de nuestros valores de antaño? ¿Por qué hay en día todo se arregla con aumento de penas, cadena perpetua o pena de muerte? ¿Por qué los padres somos incapaces de controlar a nuestros adolescentes? ¿Por qué maestros y profesores, médicos y policías han perdido el prestigio que conlleva la profesión? No pienso que el pasado fuera mejor, está claro que la sociedad avanza y que el presente es peor que el futuro, pero es verdad que una buena parte de la sociedad estamos desconcertados. Un ejemplo: hace treinta años me ponía delante del televisor en el llamado ‘prime rime’ (antes no existía) y casi todo me gustaba. Ahora ocurre exactamente al revés, sólo me interesan uno o dos. El único consuelo que nos queda es que todavía somos capaces de darnos cuenta del desconcierto. El día que perdamos esa capacidad estaremos muertos caminando.


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