Opinión

Crisis... inmigratoria

Dice el sabio refranero: Confesión de parte, plena probanza. Y es que existen ocasiones en las que las confesiones, realizadas en el momento oportuno, se convierten en probadas demagogias, con el transcurso del tiempo. Cuántas veces se ha dicho que el tiempo es ese juez inescrutable que da y quita razones. Y serán muchos los que estarán pensando que no es deseable ni rentable ver hacia el pasado, que lo conveniente es afrontar el futuro. Sí, pero también es cierto que el futuro es un producto del pasado y del presente, por lo que analizar el pasado teniendo en cuenta el presente, nos dará una radiografía de lo que tendremos.


En el verano del 2003, con el partido socialista en la oposición, ante la visualización de imágenes de naufragio de las pateras portando inmigrantes moribundos y famélicos, no ahorraban sentencias: ‘con nosotros en el gobierno no se verán esas imágenes’. Es verdad que a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, y con un nuevo marco social y económico, España se convirtió en un país de destino de flujos migratorios y también en un lugar de tránsito hacia otros países de la UE, con toda la responsabilidad que ello implicaba en una Europa sin fronteras. Así, el gobierno del PP de entonces, se sentía obligado a legitimar políticas realistas que, además de evitar la desestructuración de las sociedades receptoras, facilitaran la integración en ellas de los inmigrantes.


Tras el verano del 2004, y con los socialistas en el gobierno, éste pretende acabar con aquellas denigrantes imágenes de inmigrantes rescatados, y acuerda una regularización masiva, en contra de la opinión de los países de nuestro entorno, que dejaban bien a las claras que no se podía pertenecer a Europa para lo que nos conviene y omitirla cuando nos plazca. Pero la regularización se llevó adelante, y al día disponemos de inmigrantes en condiciones irregulares -por no saber ni se ponen de acuerdo gobierno y agentes sociales en qué cuantía-, las tragedias de hombres, mujeres y niños en las costas españolas se suceden pero, ¡por si no fuese suficiente!, la integración supone un problema de discordia y crisis de gobiernos autónomos.


Cuando el éxito de la integración no depende sólo de las políticas públicas, sino que está condicionada por la oportunidades de trabajo, por las expectativas de movilidad social, en Cataluña la última crisis en el gobierno deriva de los centros segregados para inmigrantes: centros de escolarización exclusivos para inmigrantes, que escolariza en centros segregadores a los jóvenes recién llegados a Cataluña, y de forma forzosa. ¿A qué resulta la idea de lo más sospechosa a progresismo doctrinal? O es que la Generalitat debe tener claro que los jóvenes inmigrantes no se van a mover de Cataluña. ¡Y el ministro de Trabajo aplaude la valentía de la medida del mejor franquismo!. No resolvemos nada y creamos problemas de donde no los había. ¡Confesión de parte, plena probanza!

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