Cientos de personas disfrutaron en la Praza Maior de Xinzo con la tradicional batalla de harina, que activa un mes de fiesta
La lluvia les teme, y los que siendo de Verín osamos presentarnos en el primero de los domingos intensos del Entroido más largo de estos lares -y quizás del planeta- vestidos para misa y no debidamente protegidos, también. A las cinco de la tarde, puede que unos minutos antes, dejó de llover lo suficiente para que el casco viejo comenzase a congregar a jóvenes en torno a un único propósito, poner al vecino de blanco hasta las cejas.
Los menos osados y más cautos, se refugiaban en alguna de las esquinas, o incluso en la acera de enfrente de la plaza. Pero probado queda que no es garantía alguna de salir indemne. Pronto verás aparecer un carrito de supermercado cargado de harina por la espalda o incluso un amago de comparsa por la Nacional 525 repartiendo a diestro y siniestro.
También el líquido elemento decidió respetar el momento del petardazo, en la madrugada del pasado sábado al domingo. Delante de la Casa de la Cultura se destapó la espita del Entroido limiano, que a juzgar por una de las embarazadas que ayer no se perdió el "fareleiro", quizás sí va a ser un "sentimento".
Media tonelada de harina dejó el lugar, en oportuna mezcla con la leve lluvia, más propio de un desgarro muscular por los no pocos resbalones que se protagonizaron. Pero ni por esas se dejó de embadurnar al personal, ataviado alguno con vestimenta oficial del Distrito Forestal, muy válida para evitar la entrada de harina en alguno de los huecos corporales.
Las gafas de natación eran casi obligadas, así como los chubasqueros o simples plásticos sobre pecho y espalda.
Camarógrafos o humildes reporteros no se libraron. Porque es evidente, para cualquier limiano entroideiro que se precie, que presentarse un domingo "fareleiro" y pedir clemencia resulta ofensivo.
