ANIVERSARIO

El geriátrico de Lobeira cumple su primer año en el antiguo colegio

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photo_camera Alba, educadora social de 26 años, que fue alumna del colegio y hoy trabaja en el asilo, explica desde el patio los cambios en las instalaciones.

El grupo escolar fue cerrado en el 2007 por falta de alumnos, hoy medio centenar de residentes son atendidos allí

El padrón de 1999 registraba en Lobeira 78 menores de 15 años. En 2007, había inscritos menos de la mitad (36) con esas edades. En 2015, el último registro, eran sólo 19. Estas cifras explican la siguiente historia, que comienza con una fiesta: la que se celebró el sábado en el geriátrico de la localidad.

El asilo celebraba el primer aniversario de su apertura. Parece un buen lugar, limpio y confortable, y el personal es animoso y muy agradable. Trabajadores y residentes se dieron un capricho con la excusa.

El asilo no es un artefacto extraño en Lobeira, uno de los municipios más envejecidos en una de las comarcas más envejecidas de la provincia más envejecida de España. Tampoco lo hubiera sido entonces, en el no tan lejano 1999, cuando la pirámide de la población ya dibujaba una peonza.

Lo que convierte al geriátrico de Lobeira –de propiedad privada, de los que proliferan en el sur del país para dar respuesta a una situación que no tiene vuelta atrás– en un lugar extraordinario es el hecho de que se asienta en lo que no hace mucho, en el no tan lejano 2007, era todavía un colegio, uno de aquellos grupos escolares.

El patio, hoy silencioso, era entonces un sitio algo más bullicioso, aunque no tanto... "En los últimos años antes del cierre no debía haber más de veinte o treinta alumnos", cuenta Alba, trabajadora del asilo, que señala los huecos de donde hace unas semanas fueron arrancadas las porterías de fútbol sala. Todavía se conservan vestigios: la fuente, necesariamente bajita, y los dos mástiles ya sin banderas. "Ese hueco de ahí era arena, lo pisábamos tanto que no dejábamos crecer la hierba", explica la mujer, hoy 26 años, que estuvo en el colegio hasta sexto y luego marchó a Bande, a donde ahora van las pocas (muy pocas) niñas y niños que quedan en Lobeira. Alba estudio Educación Social y hace siete meses encontró empleo en el asilo. Casi la mitad de la plantilla (16 personas) son del pueblo. Y al menos otra de las trabajadoras, Bea, pisó estos pasillos como alumna. "Tengo una sensación extraña. Por un lado siento nostalgia. Aquí estudiaron mis hermanos mayores y de aquellas habría más de ciento cincuenta niños... cuando yo me fui, en el 2001, debíamos ser todavía unos cincuenta. Por otro lado, estoy contenta porque tengo un trabajo a un kilómetro de casa". Alba pasa menos horas en el centro que cuando era estudiante y se tiraba desde las nueve y media hasta las cuatro y media aquí. La cocina, el comedor, recuerda, están en el mismo sitio. Arriba, donde las habitaciones, había aulas. 

La directora, Teresa, 58 años, recuerda poco el colegio, aunque su madre era de aquí. "Ahora da un buen servicio, son 56 plazas, pero no está completo". 

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