LA LÓGICA DE LA POLÍTICA

Cuando Sócrates dijo que sólo sabia que no sabía nada, quizás estaba anticipando lo que ocurre en nuestros días cuando nuestros duques o dux, o conductores de la política, en otrora llamados barones, no aciertan a plantear una clara solución global para salir del hoyo en el que estamos inmersos.
Me refiero a la crisis, pero la crisis no es sólo económica, forma parte de un ciclo, y forma parte de una necesidad claramente imperiosa de todo sistema u organismo sea vivo o social, la necesidad de renovarse y de abrirse a nuevas ideas. El anquilosamiento del pensamiento y del ideario político hace que la lógica de la política patine en medio de sus propias premisas, es decir, no avance porque no tiene nuevas visiones que ofrecer, nuevos proyectos.

Cojamos por ejemplo la lógica de la tijera que Europa está imponiendo a España y a otros muchos países. Esta lógica, en parte tiene su sentido, no gastar más de lo que se ingresa, pero también no resuelve el problema de avanzar hacia nuevos proyectos y hacia nuevas formas de hacer política y concebir la política. Porque poca lógica tiene que el 80% o más de las leyes vengan ya impuestas por Bruselas, y aquí nuestros políticos poco más que se dediquen a confirmar lo que otros les envían.

La ilógica es aún mas aplastante cuando hay quien no quiere bajarse del sillón y se aferra a él, cuando el interés general se condiciona al interés de partido, cuando los medios de comunicación siguen una corriente ideológica que predica las luces de sus simpatizantes, pero nos oculta claramente las sombras.

La lógica de la política pasa pues por renovarse y sacudir las alfombras, por ser capaz de romper el sistema bipartidista, porque las mayorías absolutas no sean un rodillo, ni los mandatos renovados eternos. La lógica de la política pasa por anteponer la idea de servicio a la ciudadanía a la idea de poder. Hay demasiadas ínfulas de poder, y muchos Sanchos en las ínsulas de Barataria, que no saben a dónde caminan, ni a dónde van. Eso sí quieren permanecer allí, a toda costa, aunque la lógica diga que su tiempo ya pasó, y que como la vida misma la política, como dice el refrán castellano, debe día a día renovarse o morir.

Hay que despertar, y no vivir de espaldas a la realidad, la política no es un rodillo del partido de turno para que crezca en su poder, sino un claro instrumento de servicio, que debe estar orientado al bien común, ese que explican los libros, pero que en los atriles congresuales, ni está ni se le espera, y hasta muchas veces se le ignora.

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