Sueños de Olimpia

Kissinger, el uso del fútbol en la política

Henry Kissinger abraza a Pelé en su debut con el New York Cosmos, en 1975.
photo_camera Henry Kissinger abraza a Pelé en su debut con el New York Cosmos, en 1975.

A la envidiable edad de 100 años falleció Henry Kissinger, político de origen judeoalemán y nacionalidad estadounidense, clave en todos los acontecimientos de finales del siglo XX.

Kissinger, astuto y pragmático negociador, concibió el deporte como medio indisolublemente unido a la política. Muy en especial el fútbol, por el que sentía pasión desde su niñez.

Como Secretario de Estado (algo así como Ministro de Asuntos Exteriores) utilizó su influencia y el balompié para asentar regímenes dictatoriales como los de Pinochet en Chile -clasificó a la selección para el Mundial de 1974- y de Videla en Argentina -”negoció” el pase a la final del Mundial de 1978 contra la selección de Perú- con el apoyo del entonces presidente de la FIFA, Joao Havelange. Havelange le debía el puesto y le concedió todo tipo de favores.

Uno de los más grandes fue la concesión del Mundial de 1994. Kissinger logró el apoyo de Ronald Reagan, fue el principal organizador y eligió al entrenador de la selección estadounidense, la cual realizó un buen torneo.

Pocos saben que tras dejar la primera línea de la política, en 1977, Kissinger fue elegido comisionado de la novedosa NASL (North American Soccer League) intento de implantar el fútbol en los Estados Unidos.

Con técnicas pioneras en marketing deportivo, la puso en primera plana, gracias al fichaje de estrellas como Pelé -presionó al presidente brasileño Geisel- Best o su ídolo, Beckenbauer. Sin Kissinger, la NASL quebró en 1984, relevada por la actual MSL.

Hasta su muerte, fue requerido por los medios para analizar la situación política mundial. En una comparecencia bromeó: “Sólo preguntas sobre fútbol, muchas gracias”.


El deporte fue un medio para sus objetivos

Kissinger, junto a Juan Antonio Samarach y la Reina Sofía en los Juegos de Barcelona 92.
Kissinger, junto a Juan Antonio Samarach y la Reina Sofía en los Juegos de Barcelona 92.

Kissinger, como tantos otros políticos, entendió el deporte en su tiempo como medio para lograr un objetivo.

En este aspecto, su obra cumbre fue la llamada “diplomacia del ping-pong”, una serie de partidos amistosos de tenis de mesa como tapadera para la restauración de relaciones en 1972 con la China del genocida Mao Zedong. Una maniobra para restar influencia de la URSS en Asia. (Tratado en profunidad en el Sueños del 15 de noviembre de 2021).

No menos importante fue su papel en la llamada “Partida del siglo”. En 1972, se citaban en Islandia el soviético Boris Spassky y el estadounidense Bobby Fischer por el campeonato mundial de Ajedrez. Un torneo que ambas naciones convirtieron en una lucha por la superioridad intelectual entre dos sistemas.

Los días previos, Fischer ya dio muestras de una evidente inestabilidad psicológica, negándose a participar por la escasa bolsa del premio. Se dijo que, por orden de Nixon, Kissinger llamó a Fischer y este le “convenció” para presentarse y ganar el título.

Otra de sus prácticas poco investigadas fue el uso del equipo de baloncesto espectáculo Harlem Globetrotters para estrechar lazos en otros países. Quizá por ello fue galardonado como “Miembro de Honor” por el club.

También tuvo una profunda relación con el Comité Olímpico. El COI solicitó su opinión en la llamada “Comisión 2000”, encargada de investigar los sobornos de la candidatura de Salt Lake al comité evaluador para lograr los Juegos de Invierno de 2002.

Kissinger dio una serie de recomendaciones para evitar la corrupción. Le dieron una medalla de Honor y ahí quedó la cosa. Los Juegos se siguen vendiendo al mejor postor.

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