HISTORIAS DEL CDO

A Madrid con Juan Ribao

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photo_camera Delfín Álvarez y su plantilla de Club Deportivo Ourense.

Finales de noviembre de 1977. Tenía que viajar a Madrid y fiel a mi debilidad la noche anterior al partido había que pasar por un teatro. Pero aquella misma mañana me llamó Juan Ribao, el presidente sucesor de Antonio Docabo...

Finales de noviembre de 1977. Tenía que viajar a Madrid y fiel a mi debilidad la noche anterior al partido había que pasar por un teatro. Pero aquella misma mañana me llamó Juan Ribao, el presidente sucesor de Antonio Docabo.
-Queríache pedir un favor. Non podo viaxar cos xogadores porque teño que esperar a que veña o Romerito que está facendo a mili en Marín. E se non ven, teño que viaxar só. Fasme compañía. E de paso, despois do noso partido mañá, imos a Chamartín a ver o Real Madrid-Atlético de Madrid..

Le expliqué mi compromiso de teatro. “Non te preocupes, que chegamos de sobra”. El programa era atrayente. Pero he aquí que cuando se presenta Romerito, el jugador, lo hace vestido 'de marinero', Ribao se cabrea y tenemos que ir a la sastrería a por ropa. Primer problema.

Salimos ya con retraso. Además, Ribao no corre. Pero todo va bien hasta entrar en la autopista de Madrid en Adanero. No me gustaba nada un 'ruidito' que se convirtió poco después en ruido sordo. Hasta que el coche se paró. Dije unos pecados veniales para no enfadar al cielo y que fuera poca cosa. Pero no. Imposible seguir.

“Será mellor que trates de adiantarte ti”, me dijo Ribao. El 'marinero de Rianxo' me miraba sorprendido y escamado. Estábamos fuera del coche y hacía frío. Le había prestado un pantalón vaquero y una camisa. Buscó en el maletero y apareció una gabardina que le venía la mar de ancha. Le llegaba  a los pies. Yo seguía ajeno a los problemas del muchacho y pensaba en voz alta: “Eso xa o estaba temendo eu. ¿E agora que fago?”. Y Ribao dijo muy natural: “¡Fai dedo!” Fue cuando solté un taco mayor.

Aún no se habían inventado los móviles y Ribao no sabía como avisar a un taller. Lo pensaba y yo movía el dedo, pero que si quieres…Llevaba ya un buen rato y un bendito del Señor se detuvo. “¿Qué os pasa?”. Le explicamos. “Yo aviso más adelante y vienen a buscarles y  tú que tienes prisa, ven conmigo”.

Era un joven viajante madrileño  muy resuelto, que, según me explicaría luego, estaba trabajando en Asturias y venia a ver a su Real Madrid frente de los colchoneros. 
- “¡Oh, Calcuta!”.

Llegué a tiempo de acudir al teatro que me había recomendado mi amigo Pitis,de la edición aérea de La Región. Era en el Teatro Príncipe o Princesa, no recuerdo bien.  “¡Oh, Calcuta!”.
-¡Jo…Pitis te has pasado!– comenté para mí cuando iban solo dos minutos de espectáculo. El montaje de la obra se había gastado cero pesetas en vestuario. Todos, en pelota viva.. Africa Prat y…, había llegado la apertura.

Torrejón de Ardoz
A la mañana siguiente viajé con el equipo a Torrejón de Ardoz. Estaba ubicado en el centro de la tribuna, justo detrás de la última fila. Coloqué la bolsa de material, conecté y me salió Sesé, vamos, Acisclo José Manzano, uno de los técnicos de sonido de la emisora.
-Oye Sobrino, estoy solo, no tengo locutor que te presente, de modo que pongo la cuña de entrada, empiezas y hasta que termines.
Ya estaba acostumbrado. Todo seguido. Ya no volvía a hablar con la emisora hasta el final. Todo iba normal. Pero un espectador que estaba delante empezó a cabrearse:
-¡Pero qué pecado hemos cometido nosotros para que no nos dejes ver el partido tranquilos. ¡Qué coñazo! ¿No puedes callar? ¡Hablas tanto que no dejas ver!
Había a su lado un chaval con un transistor. Miradas molestas de espectadores, pero yo seguía como si nada, pero preocupado. Estábamos ya en el segundo tiempo y el muchacho del transistor se dirige a mí también.
-¡Oye, ahora sí que tienes que callar! 
Como yo seguía, subió a mi lado y me dice muy serio:
-¡Que te calles, que no te están oyendo en Orense!
Para hablar con la emisora tenía que cambiar la señal del equipo y salió Gerardo Cid Mangana, otro compañero de Radio Popular.
-¡Hay un temporal tremendo y se nos fue la luz en el centro emisor de Castro de Beiro a poco de empezar y apenas se oyó nada!
Fue cuando volví a decir tacos. Más bien pecados. Me quedé mirando al chaval del transistor y le dije. “¿Y tú porqué sabias que no me escuchaban en Orense?”
- Porque dijeron en el programa matinal deportivo de Radio Popular de Madrid  que avisaran al locutor de Orense en Torrejón que no le oían sus oyentes.

Vuelta a casa
El partido terminó en empate (0-0). Vuelta a Madrid. Ribao estaba feliz porque había encontrado un amigo de Ourense que tenía coche y podía llevarnos a Chamartín y traernos a casa. Aclaró el presidente.
- Traballa para una empresa de Ourense que vende coches de segunda man e ten que levar un para alá. 
Claro, el del coche se vino al fútbol con nosotros. Ganó el Madrid (4-2). Ya camino de casa, Ribao le acompañaba como copiloto. Arcángel y yo íbamos detrás. Cuando había comentado Ribao “ahí queda o meu coche, a ver cando veño a Adanero a buscalo”. Se hizo un silencio y gritó muy nervioso, muy alterado.
-¡Oe!, estoume fixando que este coche non ten chaves. ¡Ten un puente, este coche é roubado!.
- ¡Non home non! E que perdimos as chaves e tivemos que facerlle un puente.
- ¡Non me fodas, non me fodas!, chillaba incrédulo el presidente.
Silencio absoluto. Ninguno de los tres decía nada. Arcángel, a mi lado, echaba la cabeza atrás y soplaba hacia el techo. Juan Ribao sentenció:
-Deixa que nos pare a Guardia Civil e verás que ataque de risa nos vai dar os tres.
Cada vez que veíamos a policías de Tráfico en la carretera apretábamos los dientes. Conteníamos la respiración. Pasados los agentes, Arcángel volvía a soplar al techo  aliviado. Hasta la próxima.
-Tranquilos que non pasa nada-, decía el conductor.
Y no pasó. Pero el viaje de vuelta con el presidente Juan Ribao aún pareció mucho más largo que el de ida.

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