José Cuenca Anaya: "Cataluña necesita un líder para todos, no solo para los del lacito amarillo"

El diplomático José Cuenca Anaya.
photo_camera El diplomático José Cuenca Anaya.

José Cuenca Anaya es diplomático, y el último embajador de España en la URSS

José Cuenca Anaya nació en Iznatoraf, en la provincia Jaén, y ha combinado en su vida la diplomacia y la escritura. Prestó servicios para España en el mundo con cinco presidentes del Gobierno, incluidas las embajadas en Bulgaria, Unión Soviética (tras la perestroika, Federación de Rusia), Grecia y Canadá, su último destino. Ahora presenta su último trabajo, “Las mentiras del separatismo”, donde compara la situación de Cataluña y Quebec. Cuenca abordará este tema en el Foro La Región de mañana, que se celebra a las 20,30 horas en el centro cultural Marcos Valcárcel, donde será presentado por el exalcalde de A Coruña y embajador de España en el Vaticano, Franciso Vázquez.

En su último libro hace una visión bastante apocalíptica del separatismo. ¿No le augura futuro a ningún movimiento nacionalista en España? ¿Cree que llegará un día en el que desaparezcan estos movimientos?

La Carta de las Naciones Unidas nos alerta sobre los “sufrimientos indecibles” causados por las guerras, cuyo origen frecuentemente ha estado en los nacionalismos. Baste recordar el terrible conflicto que ha ensangrentado los Balcanes. Con la Unión Europea vivimos un momento de intereses compartidos, donde los proyectos rupturistas no tienen cabida. Ni futuro.

¿Descarta completamente que pueda llegar a modificarse la Constitución en ese aspecto? ¿Son la legalidad y el diálogo fórmulas que no gustan al nacionalismo y que les impide progresar?

Nuestra Carta Magna es modificable, y en su texto (artículo 166 y siguientes) se establece el mecanismo para su reforma. Pero la “indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, que figura en su artículo 2º, es un principio de orden legal imperativo cuya abolición no se ha previsto nunca en nuestras Constituciones. Los redactores de la de 1931 rechazaron incluso el planteamiento federal. Y cuando se debatió el primer Estatuto catalán, en mayo de 1932, Ortega y Azaña mantuvieron posturas divergentes respecto a Cataluña, pero ambos apoyaron una misma idea: la indestructible unidad de España.

También define al separatismo catalán como secta. ¿Por qué?

Admiro a Cataluña, donde tengo muchos y muy buenos amigos; pero lamento que, entre los separatistas, abunden los sectarios. Por ejemplo: quienes lavan con lejía las baldosas donde pisan los constitucionalistas; quienes dicen que los españoles hablamos “el lenguaje de las bestias”; quienes marcan con brochazos amarillos las viviendas donde habitan los jueces democráticos. En fin: quienes abandonaron sus escaños el día en que un parlamentario de color subió a la Tribuna a expresar sus opiniones. Sé muy bien que no todos los nacionalistas son así; pero la secta existe.

¿Es Felipe VI el responsable máximo de la unidad de España a día de hoy? ¿Qué hubiera pasado si no hubiese intervenido?

Tras el golpe de Estado del 1 de octubre, el monarca expuso exacta y cabalmente lo que había que decir, en el momento justo, en el tono apropiado y con la firmeza que la gravedad del caso requería. Y tuvo un doble impacto: hacia el interior, porque supuso llevar a Cataluña la autoridad del Estado y hacia el exterior, porque señaló que se trataba de un asunto nuestro, sin posible mediación extranjera. Ese día, los soberanistas supieron que habían perdido la batalla decisiva.

¿Cree que el nacionalismo catalán rechazaría una ley como la de Claridad en Canadá (que establece las condiciones en las cuales el Gobierno podría entrar en negociaciones que podrían conducir a la secesión de una de sus provincias tras un referéndum) si fuese una propuesta real?

Cuando Stéphane Dion, el ministro canadiense que inspiró la redacción de la “Ley de la Claridad”, vino a Madrid a presentar su libro, le preguntaron si consideraba oportuno que en España se aprobase una norma semejante. Y Dion contestó: “No hace falta. Ustedes ya tienen la Constitución”.

¿Cómo se puede recuperar una convivencia normalizada en las instituciones? Si es que se puede.

Claro que se puede. En mi libro defiendo esta postura: lo que Cataluña necesita es un proyecto político integrador y un líder de verdad. Alguien que se ocupe no solo de los del lacito amarillo, sino de todos los catalanes por igual. Un líder que devuelva su grandeza a la ciudad condal, gestione la potente economía catalana y sepa plantear en Madrid las justas y legítimas reivindicaciones de una Cataluña rica y diversa, dentro de la unidad de España. Estoy seguro de que, algún día, podremos vivir esa estimulante realidad.

¿Cree que se discrimina el castellano en Cataluña?

La discriminación del castellano no es de ahora: se viene predicando desde los tiempos de Pujol, que pensaba que es ahí, en la enseñanza, donde había que asentar el poder de la catalanidad. Me gusta citar una frase que se atribuye al mariscal Pétain. Es esta: “Las batallas las ganan los militares, pero las guerras las ganan los maestros de escuela”. Postergar el castellano tiene un objetivo primordial: asentar el nacionalismo en las escuelas.

¿Cómo ha sido ser embajador en países tan dispares?

Ser embajador de España constituye un altísimo honor y, como tal, lo he sentido siempre. Es cierto que mis destinos han sido muy dispares, pero con un denominador común: en todos, lo importante era servir a mi país.

¿Cómo vivió la caída de la URSS?

Fui embajador en Moscú durante los cinco últimos años de Gorbachov y el primero de Yeltsin. Por tanto, he vivido desde mi despacho el final de la URSS. En mi libro “De Suárez a Gorbachov” cuento con detalle todo el proceso que condujo al colapso del imperio soviético.

Como conocedor del pueblo ruso, ¿cree que apoyan la guerra de Putin?

Llevo treinta años fuera de Rusia. En consecuencia, no puedo opinar, con la seriedad que se espera en un embajador, de lo que actualmente esté pasando allí. Sería por mi parte una irresponsabilidad.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de ser embajador de España?

Lo que más, acabo de decirlo: el altísimo honor de representar a mi país. Lo que menos, la distancia que me separaba, a miles de kilómetros, de mi familia, de mi gente y de mi tierra. Por eso he publicado cuatro libros sobre las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas: para combatir la soledad, buscando que los míos me hicieran compañía.

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