ANÁLISIS

Galicia ya no puede seguir perdiendo más

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photo_camera Sucursal del Banco Popular antes de su venta al Santander, en A Coruña

De la quema siempre se salvan Madrid, Cataluña y el País Vasco, donde se concentran los grandes intereses económicos de España: banca, energía e industria. Más que nunca, Abanca es fundamental. 

Es cierto que la banca tiene mala imagen, a pesar de la influencia directa e indirecta que ejerce sobre los grandes medios de comunicación, señal de que las libertades siguen abriéndose paso. Hay claros bajo los nubarrones y cielos azulados por encima. Pero también lo es que sigue estando lejos de normalizar su papel en la sociedad, lo cual es peor, ya que de la crítica negativa tampoco vendrá ninguna solución al problema de fondo, mientras que sería bueno para todos tener una banca decente y profesional. También ética.

Episodios como el del Banco Popular son poco edificantes, ahora que empezaba a verse por el retrovisor -cada vez más lejos- lo acontecido en algunas cajas de ahorros y, sobre todo, en Bankia. Algo va mal.

El mismo sector al que se le llena la boca hablando de responsabilidad social corporativa, códigos de buenas prácticas, ética, gobernanza y muchas palabras más de ese estilo, resulta que sigue protagonizando episodios que son negativos para mucha gente pero también para el propio sector financiero, de ahí que esté mal visto, incluso cuando pagan justos por pecadores.

Como no se trata de repetir sus malas prácticas y de eludir las argumentaciones, podrían bastar dos ejemplos para probar este estado de ánimo: uno, es cuestionable -y exige cuando menos explicaciones- la manera de actuar contra miles de pequeños accionistas, una vez más, y dos, no es de recibo la indemnización del expresidente del Banco Popular, cuando una persona normal que trabaje durante toda su vida -pongamos 35 años- no siempre llega a ganar un millón de euros. A Emilio Saracho, el fracasado presidente del Banco Popular, le ha sobrado un mes de los cuatro que trabajó para ganar un millón de euros, ya que ha cobrado 41.000 euros por cada uno de los 108 días que ha estado al frente del banco ya desaparecido.

En clave gallega, lo sucedido también admite una revisión, puesto que las consecuencias son graves para la economía y la cultura del país. La Fundación Barrié no volverá a ser lo que fue, Galicia se queda sin otro banco, que se dice pronto, y los trabajadores de las oficinas perderán muchos de sus empleos.

Vamos tan rápido, se suceden tantos acontecimientos -desaparición del Popular, hundimiento de las acciones de la vieja Pescanova y de LiberBank, sentencia crítica sobre la amnistía fiscal, crisis política en el Reino Unido, convocatoria de referéndum en Cataluña…-, que al final parece que nunca pasa nada, pero pasa.

Y no se acaba ahí la cosa, porque es evidente que en el sector financiero español hay riesgos de que siga avanzando la concentración. Aquí, en Cuenta de resultados, hemos pronosticado más de una vez que el dibujo final comprende cuatro o cinco bancos y los hechos –por desgracia– nos vienen a dar la razón. En ese sentido, Galicia debe estar muy atenta, mientras ve como de la quema siempre se salvan Madrid, Cataluña y el País Vasco, donde se concentran los grandes intereses económicos de España: banca, energía e industria. Y los empleos de calidad.

Para Galicia es estratégico el futuro de Abanca. Se ha convertido en una especie a conservar. El equipo de Juan Carlos Escotet y Francisco Botas no lo está haciendo mal y debería poder competir. Políticamente, deberían dejarle hacer. No está escrito en ningún sitio que no pueda plantarle cara al Santander, ahora segundo operador en esta comunidad. Atentos.

@J_L_Gomez

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