Parecen condenados a desaparecer, pero resisten y se mantienen detrás del mostrador. En la temporada de otoño-invierno cerraron en Galicia seis mil negocios.

Las siete vidas del pequeño comerciante

Baja la facturación, pero los costes se mantienen y los comerciantes están obligados a seguir invirtiendo para incorporar mercancía nueva. La caída en picado del consumo ha sido la puntilla para muchos negocios: son más los que cierran que los que abren. Seis mil minoristas abandonaron su negocio durante la temporada otoño-invierno en Galicia; uno de cada diez pequeños comercios ha tenido que bajar la persiana para siempre. No son sólo cifras, son dramas personales que dejan más de 13.000 personas sin trabajo.
'El empleo que ofrece el pequeño comerciante es un trabajo fijo y estable, pero estos no son buenos tiempos', lamenta José María Seijas, presidente de la Federación Galega de Comercio. 'En los últimos años hemos entrado en una situación preocupante porque las ventas bajan, los gastos continúan y la resistencia del comerciante tiene un límite'.

Un paseo por cualquier casco urbano resulta útil para comprobar los efectos de la crisis. Locales vacíos y carteles de venta, alquiler o traspaso cubren las cristaleras de negocios cerrados recientemente. El de Teresa es uno de los que se ha incorporado a lista de bajos disponibles en Santiago de Compostela tras casi dos años luchando contra los elementos. 'Una socia y yo decidimos montar una zapatería hace dos años. Nos ayudaron nuestras familias y comenzamos con mucha ilusión porque creíamos que íbamos a tener una cartera de clientes estable, pero los gastos y las facturas siempre son más de las previstas. Cerramos hace tres meses y supongo que estaremos pagando deudas durante todo este año'.

En las zonas rurales, especialmente aquellas por las que trascurre el Camino de Santiago, surgen excepciones y brotan nuevos negocios con la esperanza puesta en el efecto Xacobeo. En Arca, O Pino, han abierto esta primavera cuatro cafeterías, un local de copas y un restaurante italiano en un tramo de la carretera general no superior a los 300 metros. Al abrigo de estos locales de hostelería también han surgido pequeños comercios que intentan aprovechar el tirón de los peregrinos para coger impulso. 'Abrir un negocio exige valor y suerte porque no todo depende de uno mismo', explica Pilar, propietaria de una mercería. 'Lo piensas mucho porque dependes de que te ayuden económicamente; necesitas préstamos y hay que pelear mucho'.

En otras comarcas alejadas al Camino de Santiago, y poco esperanzadas en el efecto Xacobeo, también surgen notables excepciones al repliegue generalizado. En la de O Barbanza abrieron en 2009 doscientos negocios más que en el año anterior. La explicación, según fuentes del sector, hay que buscarla en la crisis del ladrillo. 'Muchos trabajadores de la construcción y sus mujeres han optado por invertir sus ahorros en la apertura de un pequeño comercio para iniciar una nueva etapa en la vida laboral', explica Mercedes, dueña de una tienda de ropa infantil en Ribeira.

No se consideran atrevidos, sino obligados por las circunstancias. Huyen del paro y buscan refugio detrás de un pequeño mostrador, pero las estadísticas apuntan que una tienda no es el lugar más seguro en tiempos de crisis. Las ventas del pequeño comercio cayeron un 5,4% en el último ejercicio, según en Instituto Nacional de Estadística.


supervivencia

'El comerciante, aunque no venda, tiene que seguir comprando mercancía para actualizar el stock', explica José María Seijas, presidente de la Federación Galega de Comercio. 'La inversión es continua y para sobrevivir sólo hay dos vías: recurrir a la financiación bancaria o tirar de sus propios ahorros'.

'Es cierto que muchos comercios han cerrado y otros están en puertas', apunta Antonio Regueira. 'Algunos intentan aguantar hasta la jubilación, pero hay quien no resiste porque se acumulan demasiados gastos y las cuentas ya no salen desde hace mucho tiempo'.

Antonio es un veterano del sector y sabe que son cada vez menos los clientes que entran en los pequeños negocios. Las grandes áreas llevan tiempo comiendo terreno y el daño es todavía mayor en tiempos de crisis.

'Nosotros, aunque no lo parezca, contribuimos a que la gran rueda del consumo se mueva; si cerramos, la gran rueda también ya no girará a la misma velocidad', explica Ernesto Filgueira, dueño de una tienda de ropa masculina. Los jerseys y las cajas de calcetines se acumulan en las estanterías y en almacén de su negocio. 'Intentamos ofrecer artículos únicos y, aunque es muy difícil, debemos poner al alcance de nuestros clientes productos que no puedan encontrar en centros comerciales', añade su colega Carlos Díaz, rodeado de camisas en su tienda de la ciudad de Pontevedra.

Asegura que no cierran porque existe una clientela habitual que se encuentra cómoda en este tipo de establecimientos. 'Son personas que llevan toda la vida viniendo a nuestra tienda, con la que mantenemos una relación que va mas allá de la confianza. Ellos no sabrían desenvolverse en unos grandes almacenes y nosotros no podríamos sobrevivir sin ellos. La mayoría es gente mayor que vive en la aldeas y que, en caso de que nos viésemos obligados a cerrar, no sabría donde comprar porque siempre ha venido a estas tiendas. Ellos nos necesitan, y nosotros los necesitamos a ellos. Es una necesidad mutua'.

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