Una deslucida corrida por culpa del ganado ha podido ensombrecer en el plano artístico la despedida del toreo de Jesulín de Ubrique, quien, sin embargo, se ha llevado el emotivo y sincero reconocimiento del público, la afición y los profesionales presentes hoy en la plaza de Zaragoza.
Una gran ovación ha despedido a ’Jesulín de Ubrique’ del toreo. Palmas de cariño, fuertes y sentidas, después de una petición de oreja que obedecía más al reconocimiento de toda su carrera que a los méritos en si de la faena que había llevado a cabo en el último toro de su vida.
En este sentido el público de Zaragoza ha sido consecuente con la categoría de su plaza, de primera, demostrando afición y sensibilidad en el último homenaje a un torero que ha sido mucho mejor de como lo ha venido presentando la llamada prensa rosa a lo largo de su carrera.
‘Jesulín’, víctima de la frivolidad informativa en muchos casos, por encima de todo ha sido un torero de valor y dominio, con la virtud del temple como principal arma.
Lástima que en una tarde tan entrañable como la de la despedida, hoy no ha podido ser. Los toros de ’Marqués de Domecq’, su absoluta falta de raza, han abortado el triunfo. ’Jesulín’ lo intentó de mil maneras, pero fue imposible.
De la tarde debe quedar ese cariñoso aplauso de la afición zaragozana, que incluso llegó a pedir la oreja con fuerza, que al final no paseó. Da igual. Lo importante es el reconocimiento que se lleva, de Zaragoza y del mundo taurino en general.
‘Jesulín’ recibió el brindis de su compañero ’El Cid’ en el segundo toro de la tarde. Y él a su vez dedicó los dos suyos a su apoderado Pepe Luis Segura y a su cuadrilla al completo, respectivamente. Detalles importantes de una tarde también trascendental sobre todo para él.
Después de esforzarse inútilmente en el deslucido primero, que se quedaba corto y echaba la cara arriba, y al que apenas pudo sacarle muletazos aislados, y después de emplearse a fondo también con el que hizo cuarto, el último de su vida, que le amagó más de una vez en la muleta, ’Jesulín’ guardará de la tarde sobre todo el recuerdo de los entrañables detalles que le han dedicado el público, los compañeros y la gente de su entorno.
Larga vida ahora fuera de los ruedos para quien supo honrar el traje de luces con valor y afición, pese a tantas tonterías que en ocasiones se han dicho en sentido contrario.
‘El Cid’ se encontró con un primer toro que le costaba mucho seguir los engaños. En la media distancia y con suavidad le pegó pases sueltos, incluso ensayó un parón final que tampoco redondeó.
El quinto parecía que iba a ser la excepción del pésimo encierro, pues acudió dos veces de largo al caballo, empujando con fijeza. Pero hasta ahí. El toro se vino abajo pronto en la muleta, y de nuevo ’El Cid’ no terminó de armar faena.
Tampoco César Jiménez tuvo tela para cortar. Con su aborregado primero, que embestía a empellones después de pensárselo mucho, cortó el trasteo cuando empezaba a ponerse pesado.
Lo malo fue que en el sexto, toro de idéntica condición que el anterior, Jiménez llegó a aburrir al personal después de ensayar como cuatro o cinco principios de faena sin respuesta por parte del toro. Le tocaron el aviso cuando todavía estaba ’toreando’.
Un desastre de corrida. Una lástima en la despedida de ’Jesulín de Ubrique’, cuya trayectoria merecía una tarde con verdadero argumento artístico.
