LA REVISTA

Las bodegas de garaje en Galicia

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photo_camera Manuel Céspedes que acuño un nuevo modelo: la bodega de observatorio astronómico.

Fueron los franceses quienes acuñaron el concepto "Bodega de garaje" para definir aquellas pequeñas instalaciones en las que se elaboran primorosos y carísimos vinos.

Con el minifundio como naturaleza existencial y la escasez de recursos económicos como bandera, los viticultores gallegos llevan elaborando vino de garaje desde que existen garajes. Para algunos, es el primer paso, antes de convertirse en una bodega de amplias y modernas instalaciones. Fue el caso, por ejemplo, de Terra do Gargalo, de Roberto Verino. Pero para otros es una vocación: un espacio reducido, perfectamente manejable por el propio bodeguero, y a ser posible en el bajo de la propia casa.

La mayoría de las pequeñas bodegas con historia están así emplazadas. El ejemplo más claro lo tenemos en los colleiteiros del Ribeiro. En muchos casos, recuperaron una pequeña bodega familiar bajo la casa paterna. Algunas tienen más de cien años de historia. En la que ahora ocupa Val de Souto, en Castrelo de Miño se pueden encontrar documentos de la época napoleónica. Pero también podemos encontrarnos con el caso contrario: Hipólito Veloso, hasta hace poco era viticultor. Y para dar el paso, tuvo que sacar fuera del bajo de su casa el coche, que ahora aparca afuera, y allí situó los depósitos, las barricas y el resto de los aparejos propios de la pequeña bodega de colleiteiro que tiene en San Paio, en Ribadavia.

El concepto francés lleva aparejados unos precios altísimos. Con producciones tan pequeñas no funciona la economía de escala, algo que quieren resolver los miembros de la Asociación de Colleiteiros. Además, puestos a hacer poco, mejor competir por arriba, ya que resultaría imposible hacerlo con las grandes bodegas en  precio.

En Galicia, se dan ambos casos. Es posible encontrar vinos de garaje, excelentes, por menos de diez euros. Pero también por encima de veinte. Al concepto del poco espacio suelen ir asociados, un cultivo biodinámico, elaboraciones más artesanas y laboriosas y como resultado, un vino de autor. El mercado está enamorado de estos vinos. Gracias a lo cual, el minifundio ha dejado  de ser una maldición.

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