La Galicia vaciada no está tan vacía como parece, al menos en el terreno cultural. De hecho, aunque cuando hablamos de museos imaginamos espacios expositivos situados en un entorno urbano, principalmente en las grandes ciudades y capitales de provincia, lo cierto es que la mayoría de ellos se encuentran en el entorno rural. En la provincia de Ourense hay alrededor de una veintena que se pueden visitar en villas e incluso aldeas, La mayoría tienen su sede en pueblos con menos de mil habitantes y ofrecen un recorrido por un amplio catálogo de actividades: artísticas, etnográficas, lúdicas, históricas… Son los museos rurales de la provincia de Ourense. Y ese carácter rural se subraya no solo por el hecho de su propia localización, sino también por el hecho de que en la mayoría de los casos documentan, catalogan y exponen historias y vidas que están relacionadas con el mundo rural en general y, en buena parte de ellos, del entorno en el que están emplazados.
El más veterano de todos ellos es el Museo Etnolóxico de Ribadavia, que abrió al público en 1986 como una sección dedicada a etnografía del Museo Arqueológico Provincial de Ourense. En 1993 ya es un equipamiento totalmente autónomo con la denominación actual y bajo la titularidad de la Xunta de Galicia. Está emplazado en el conocido como Pazo de Baamonde, construido en el siglo XVIII y ocupado por el marqués de Baamonde en el XIX. Sus fondos muestran un amplio repertorio de colecciones, la mayoría de ellas de carácter etnográfico, vinculadas a actividades que se desarrollaban en el rural, como la agricultura, la pesca en el Miño, comercio, sector textil… fondos legados por personalidades del Ribeiro como el Fondo Meruéndano o el de Rubén García Álvarez, un archivo sonoro y una de las más importantes secciones de fotografía del panorama museístico gallego, gracias a la aportación de nada menos que catorce fondos fotográficos, entre ellos los de Benedicto Conde, Bene, Ángel Llanos o Pacheco.
Sin salir de este municipio y también de titularidad autonómica encontraremos en Santo André de Camporredondo el Museo do Viño de Galicia. Ocupa la casa que fue propiedad del monasterio de San Martín Pinario, como casa de priorato desde la que se proveía al cenobio compostelano de vino que se elaboraba en sus instalaciones. El museo fue creado en 2019 y desde entonces ofrece una interesante visión de cómo se fueron creando los paisajes del vino de Galicia que hoy conforman sus denominaciones de origen, pero también cómo era una bodega del Ribeiro en la época en la que ésta era una de las regiones vinícolas más importantes de Europa.
Allariz
Allariz es la villa que cuenta con más museos. El Museo de Arte Sacro de Santa Clara, se encuentra en el monasterio de las clarisas y ocupa tres de sus dependencias. Allí se pueden encontrar algunas piezas muy notables como “A Virxe abrideira”, una talla en marfil del siglo XIII. Este año cumple 30 el Museo Galego do Xoguete, que inició su andadura con la donación de una colección de casi 800 juguetes de Alberto Oro Claro. Hoy su fondo duplica aquella cifra y abarca juguetes utilizados por más de tres generaciones. No hay que caminar mucho para llegar al Museo de la Moda, también en el núcleo urbano de Allariz, en un edificio del siglo XII, a Casa dos Castro Oxea. En él se puede viajar en el tiempo por la historia textil de Galicia y de la moda que tuvo, sobre todo en la provincia de Ourense, uno de los epicentros. En la calle San Lourenzo se encuentra la Casa Museo Fundación Vicente Risco¸ en la que no solo se pueden encontrar los fondos documentales, bibliográficos y artísticos de Vicente Risco y su hijo Antón, también es sede de exposiciones temporales y una completa agenda de actividades culturales. Ya en la margen derecha del Arnoia, se encuentra el quinto museo de Allariz, el Museo del Cuero, emplazado en la antigua fábrica de curtidos Familia Nogueiras. El río no solo proveía de agua para la realización de las labores necesarias para curtir las pieles. Era la fuerza motriz que ponía en marcha toda su maquinaria. El edificio, del siglo XVIII muestra todas las fases de producción de una curtiduría.
A Limia
En una antigua casa rectoral de Vilar de Santos se encuentra el Museo da Limia. El recorrido por sus estancias nos lleva a un tiempo en el que A Limia era un territorio que se dedicaba a una agricultura de otro perfil. La gran meseta gallega estaba presidida por la laguna de Antela y cultivos como el del lino tenían un gran protagonismo, como se puede ver en la sala dedicada al ciclo que transformaba este cultivo en una de las fibras textiles emblemáticas de Galicia. Sin duda una de las estancias más vistosas es la que recrea las tradicionales tiendas-bar tan comunes en el rural hasta bien entrada la década de 1970. En el caso de la que presenta el museo, era también punto de encuentro vecinal y estafeta de correos.
En Xinzo, nos vamos a encontrar con el Museo Galego do Entroido. En sus espacios expositivos se ofrece un viaje al universo del carnaval en todos sus aspectos: desde el ciclo del Entroido, sus máscaras, sus personajes, sus sonidos, a su geografía y su gastronomía. Sin salir de la comarca, en Baltar, su Casa de la Cultura atesora la más completa colección de Nelson Zumel, pintor nacido en dicho municipio en 1928, con obra colgada en medio mundo. Se trata de algo más de un centenar de obras de las que aproximadamente la mitad son de su autoría y el resto son de artistas de los siglos XIX y XX que el propio pintor fue adquiriendo a lo largo de su dilatada vida.
La etnografía, sobre todo centrada en el mundo de los viejos oficios del rural, es protagonista de espacios expositivos en la Casa Consistorial de Vilariño de Conso, el Museo Devanceiros, en el Santuario de Os Milagros de Baños de Molgas, el Olimpio Liste, al lado del Monasterio de Oseira… o al mundo de la educación como el de Santa Leonor en Pobra de Trives. Todos ellos están enfocados en diferentes aspectos de la vida rural. Como lo está también el que José Manuel Lage, médico jubilado, fundó en Maceda y dirige desde su creación. Se trata del Museo del Médico Rural, un espacio expositivo único en España. En sus salas podemos encontrar relatada la vida y actividad de un médico rural y cómo fue evolucionando esta profesión, tan abnegada y sacrificada, mucho más incluso que en la actualidad. Cada estancia recrea desde la sala de exploraciones, sala de radiología, con los aparatos que se fueron incorporando a la medicina rural a medida que avanzaba la técnica, la consulta y en las vitrinas de otras salas, instrumental, medicamentos, equipos, hasta sumar más de dos mil piezas catalogadas que incluyen fotografías, libros, etcétera.
En Teimende, una aldea de Parada de Sil se encuentra el Museo del Chocolate. Abrió al público en 2015 gracias a la cesión llevada a cabo por la familia Casares y a la rehabilitación del inmueble realizada por el Concello de Parada de Sil. Ocupa la casa en la que, durante buena parte del siglo XX funcionó un pequeño negocio familiar: Chocolates Casares. También es un museo único en Galicia y tiene la particularidad de que todas las máquinas utilizadas en el proceso de elaboración del chocolate se encuentran en perfecto estado de funcionamiento. El museo recorre la historia de esta pequeña empresa y de su actividad entre las décadas de 1920 y 1980.
La etnografía es el principal argumento de los museos rurales
La reconversión de una casa en museo está muy presente en el rural Ourensano. Lo vimos con la de Vicente Risco en Allariz y lo volveremos a ver en Amoeiro, en la Casa Museo Ramón Otero Pedrayo, en Cimadevila, Trasalba. Además de su biblioteca, la casa nos muestra cómo era su día a día en los aspectos más domésticos y sirve de sede de un importante número de actividades culturales a lo largo del año. En una línea similar se encuentra la Casa dos Poetas de Celanova desde su inauguración en 2001 en la vivienda que en el pasado había sido de Manuel Curros Enríquez, dedicada no solo a la difusión de su legado sino también a los del resto de los poetas nacidos en Celanova, a través de las actividades de la Fundación Curros Enríquez, como es el caso de Celso Emilio Ferreiro.
El viaje no termina aquí. Nos llevaría todavía por las estaciones recuperadas por el Inorde a Baños de Molgas con el legado de Moncho Borrajo, a Santa Cruz de Arrabaldo, con el Museo Reverter, a Os Peares con el Museo do Tren.
