Imagine el lector la siguiente escena:
- Cliente: ¿Qué tienen hoy de carne?
- Camarero: punta de la hoja dura.
- Cliente: ¿hoja dura? Ah, muy bien. Póngame una merluza a la romana.
Y ahora, esta otra:
- Clilente: ¿Qué tiene hoy de carne?
- Camarero: Una picaña riquísima.
- Cliente: Estupendo. Póngamela al punto.
¿Diferencia entre una y otra escena? ¿La carne?. No. Es exactamente la misma. Ha cambiado el nombre. Hay nombres malditos que castigan un plato hasta el fin de los días y solo se salvan de las penas del infierno gastronómico cuando alguien los bautiza. Gracias a los rodicios brasileños hoy la punta de la hoja dura que, como su nombre indica, es dura aunque muy sabrosa picaña. Así que con nuevo nombre, un cuchillo afilado y buena dentadura, ya la quiere todo el mundo.