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Jurassic World: alma de blockbuster

Jurassic World se cuida de marcar claras distancias entre el recuerdo de su predecesora

La primera vez que quedé fascinado fue en 1993, cuando comprobé que en ese lugar tan mágico llamado cine incluso los dinosaurios podían cobrar vida. No sería justo exigir a Jurassic World, la resurrección de la maravilla que fue Parque Jurásico, despertar aquella fascinación ni destilar aquella magia que Spielberg nos regaló hace ahora 22 años. Lo que sí se puede (y se debe) exigir es un festín visual, un entretenimiento de calidad y que sea una película orgullosa de sus orígenes. Y en eso la cinta de Colin Trevorow cumple más que de sobra.


En su arranque, durante el espacio que deja libre en las primeras secuencias, Jurassic World se cuida de marcar claras distancias entre el recuerdo de su predecesora y la realidad de nuestros días. Frente a ese artesano de los sueños que creó el parque, John Hammond encarnado por el venerable Richard Attenborough, nos encontramos con los actuales directores del parque, gestores que harán lo que sea por conseguir visitantes y patrocinadores.


Esta necesidad depredadora de buscar siempre algo "más grande y más espectacular", axioma marcado a fuego en nuestra cultura occidental, será lo que en la cinta protagonizada por Chris Pratt -el hombre que mejor cae ahora mismo en Hollywood- y Bryce Dallas Howard -actriz que eleva a un nuevo nivel el arte de correr con tacones- acabe por romper el saco y desatar un caos de proporciones mastodónticas. Impostada sinceridad o ejercicio de autocrítica, este mensaje es perfectamente válido como punto de partida para poner en valor el regreso de la saga Jurassic Park.

La sorpresa ya se la cobró Spielberg hace más de dos décadas, ahora solo cabía esperar un digno regreso capaz al menos de superar las dos secuelas anteriores y proporcionarnos dos horas de grandioso espectáculo en las que nos olvidemos de mirar el reloj. Sí, quizá el regreso a la Isla Nublar hubiera sido más redondo con mayor esmero a la hora de armar un esqueleto argumental algo más sólido y puliendo algunas líneas de diálogo francamente mejorables. Pero no es menos cierto que cuando nos zambullimos en la acción propia del parque, el festín visual, la tensión y el ritmo son los que hay que exigirle a un producto de esta (jurásica) naturaleza.

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