ENOLOGÍA

El vino que llega de la mano de un solo hombre

Lagar do Chicho
photo_camera Lagar do Chicho.

2018, la cosecha del año que termina será la tercera de la andadura de esta pequeñísima bodega de colleiteiro que tiene su sede en el núcleo urbano de Cenlle y sus viñas a muy poca distancia.

Son tres fincas que suman en total dos hectáreas y en las que predominan las variedades tíntas sobre las blancas. Mencía y Treixadura son las uvas con las que trabaja Luis Diéguez y las cepas se encuentran ya en ese punto de edad en la que empiezan a brindar lo mejor de la tierra en  la que están plantadas. Dos de las tres fincas están dedicadas a la Mencía, lo que en sí mismo ya es toda una declaración de principios, pues Luis se enmarca en esa pequeñísima pero convencida lista de colleiteiros que han apostado por devolverle al Ribeiro la  estima por sus vinos tinos, que fueron en definitiva los que le dieron proyección internacional. No eran blancos los vinos que salieron a América, ni tampoco los que se bebían en las cortes europeas durante el siglo de las luces e incluso antes.

En estos primeros años de andadura, la bodega, que es pequeña y se encuentra situada en el bajo de la casa en la que vive el colleiteiro, siguiendo la tradición ancestral que se desarrollaba tanto en esta como en la mayoría de las regiones vinícolas de Galicia, tiene todavía una producción reducida. Apenas unas miles de botellas, no muchas más de las cinco mil con las que salió al mercado en 2017. Y su filosofía es no crecer mucho, porque tiene por objetivo seguir elaborando el vino en la cantidad que le permita tener el control total de todo el proceso, desde el viñedo hasta que llega al consumidor final. Y eso significa mucho trabajo y mucho esfuerzo, algo que no es ninguna novedad para él pues ya se había forjado en el negocio de la viticultura, vendiendo uva para otros y elaborando vino de mesa, con su padre.

El vino que traemos hoy a esta sección no es el favorito de su colleiteiro, que, como decía, apuesta por el tinto. Pero al igual que muchos de aquellos discos de vinilo de 45 revoluciones por minuto en los que el éxito siempre iba en la cara A, a veces nos encontrábamos con una sorprendente cara B. Y este es un buen ejemplo de ello. Una cara B afrutada, de gran calidad y fácil de beber.

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