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Wilde y Bosie, profundo amor

WILDEEEEEE

Wilde era el intelectual del momento, extravagante, de verbo brillante y crítico a través de sus personajes

Oscar Wilde (Dublín, 1854-París, 1900) era inmortal, eso pensaba. Murió en París -1900-, alcoholizado y vagando por las calles. Tenía el corazón destrozado, atrás quedaba la grandeza intelectual y la vida de dandy que lo guió. 

Poeta, dramaturgo, novelista. Unas iniciales, C.3-3, las de la prisión de Reading, desde allí escribiría “De profundis”, una epistolar de 55.000 palabras cargada de sentimiento hacia Bosie, Lord Alfred Douglas, responsable, en parte, de la sentencia por sodomía que lo llevó hasta allí.

La cárcel de Reading era reflejo de la sociedad victoriana. Espacio amplio, abierto, que permitía la visión sobre todos los reclusos; también separatista, se evitaba contactos que derivaran en enfermedades o seguidismos ideológicos.

Sólo desde el despecho alguien como Oscar Wilde pudo escribir “De profundis”. Una valiente reflexión sobre la amoralidad del arte así como la contradictoria realidad de una sociedad que no asume la homosexualidad y sí permitir actitudes como la del marqués de Queensberry, su denunciante y padre de Bosie, capaz de introducir una concubina en el hogar conyugal o promover falsos testimonios en su contra.

Wilde era el intelectual del momento, extravagante, de verbo brillante y crítico a través de sus personajes. La sociedad inglesa lo veneraba, hasta que  le da la espalda. La acusación fue de pervertir a la juventud: en el banquillo se sentó junto a Alfred Taylor, el proxeneta que le facilitaba jovencitos. La sentencia lo separa de la vida, lo aleja de sus hijos, Cyril y Vyvyan, que acaban en Francia con su madre, Constance Marie Lloyd, que, avergonzada les cambiaría el nombre. Tras varios procesos, la condena es a dos años de trabajos forzados. Conlleva además la ruina económica. 

Entre las pruebas más dolorosas empleadas en su contra, una carta dirigida a Bosie después de recibir de éste un poema. Todo en ¨De profundis” es despecho y amor: vasos comunicantes. "Yo también me forjé ilusiones. Creí que la vida iba a ser una brillante comedia y tú uno de sus encantadores personajes”. Douglas y Wilde se reencontraron -1897- en Rouan, y vivieron un tiempo en Nápoles. La dependencia de fondos familiares y la desaprobación de la unión los separó para siempre. En París, Wilde se llamaría Sebastian Melmoth.

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