Opinión

La partida del abuelo

La vecina enfermera arrastra cansancio de meses pero la esperanza comienza a asomar por la mascarilla. "No hago más que vacunar y test de antígenos", comentó en el rellano al regresar del tajo. Desde que se enroló sin saberlo en el comité de expertos que desde el inicio de la pandemia asesora a este folio nunca se había mostrado tan convencida de que estamos cerca de superar la crisis sanitaria. Y sus opiniones se trasladan sin calmantes. "Vamos muy bien y pronto se empezará a vacunar a los menores de 50 años, pero ahora tenemos un brote de unos viejecitos porque no van a dejar de ir a la partida". Esto sucede en León, con un envejecimiento poblacional similar a Ourense y costumbres de taberna homologables a cualquier pueblo gallego.

El comentario de la enfermera cargado de retranca conduce a la pregunta sobre si la vacunación no ha funcionado en este grupo o no han querido someterse al pinchazo como ha sucedido con unos 6.000 mayores de 80 años en Galicia, que rechazaron activamente protegerse contra el covid. "Están todos asintomáticos y tan felices. El problema es que empiezan a contagiar a los hijos y a los nietos y yo ya he visto a jóvenes en la UCI, no es un cuento. Con esta vacuna sucede como con la de la gripe, te puedes contagiar pero la pasas como un simple catarro".

El abrazo a los abuelos se ha convertido en un gesto de riesgo descendente en vez de ascendente. Es una prueba más de que los preparados contra el coronavirus que la ciencia ha elaborado en tiempo récord son eficaces y seguros. La incidencia continúa descendiendo una semana después de las quedadas para saludar el final del estado de alarma con efusividad sin horario. Los 3.900 contagios en la última jornada representan la cifra más baja desde el mes de agosto y jugamos a favor del calendario, aunque hay que lamentar 70 fallecidos, cuatro en Galicia. 

La conviviente aprovecha cada encuentro con la vecina enfermera para rebajar los paralizantes miedos que sufre un hipocondríaco para salvarse él y sus compañeros como en el juego del escondite. De manera sutil deslizó que conoce a gente que ha dejado correr el turno de vacunación porque es negacionista. "Ah, son gilipollas", diagnosticó la enfermera. 

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