Su segundo mandato está caracterizado por la crisis y la agitación política y social en el país

Cavaco Silva cumple tres años en la Presidencia de Portugal

El presidente portugués, durante una rueda de prensa en mayo de 2012.
El jefe de Estado de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, cumplió ayer tres años en el cargo, un segundo mandato marcado por la crisis económica y el rescate y notablemente más agitado de lo habitual para un presidente de la República.
En este período, el dirigente conservador ha tenido que hacer frente a la dimisión de un primer ministro, a la crisis en el seno de la coalición en el Gobierno, la llegada de la troika de acreedores internacionales y a un ambiente de crispación social prácticamente inaudito en el país que acabó colocándolo como blanco de muchas críticas.

Su figura, sin responsabilidades ejecutivas y normalmente vista como neutral, acabó por verse deteriorada y sus niveles de popularidad cayeron en picado en los momentos de mayor tensión.

Ayer mismo, un 80% de los participantes en una encuesta telefónica realizada en la televisión suspendió la labor de su presidente, lo que se corresponde con los sondeos de opinión publicados periódicamente y contrasta con su victoria en la primera vuelta de los comicios con el 53 % de los votos.

Durante el segundo mandato del actual presidente, que ya ocupó la jefatura de Estado entre 2006 y 2011, han sido notables las divergencias con el Gobierno liderado por el primer ministro Pedro Passos Coelho, pese a que ambos pertenecen al mismo partido, el socialdemócrata PSD, de centro derecha.


DISCREPANCIAS 'HISTÓRICAS'

Sus desavenencias se remontan al siglo pasado, cuando Cavaco era el jefe del Ejecutivo y Passos Coelho líder de las juventudes del partido. Mientras que el primero representa la facción más conservadora del PSD, el segundo encabeza la parte más liberal.

El presidente luso ha discrepado abiertamente del Gobierno sobre el alcance de las medidas de austeridad impuestas por la troika a Portugal a cambio de su rescate, y era partidario de aliviar los ajustes para no perjudicar la recuperación económica.

De hecho, decidió enviar al Tribunal Constitucional varios recortes aprobados por el Ejecutivo al dudar de su legalidad, y los jueces acabaron por darle la razón al anularlos. Esta postura crítica frente al Gobierno, sin embargo, no le ha sido suficiente para granjearse las simpatías de la oposición de izquierdas, que lo acusa de ser 'cómplice' de las políticas de austeridad por no usar toda su autoridad para frenarlas.

Además de los comunistas y los marxistas portugueses, también el Partido Socialista ha censurado pública y frecuentemente los discursos pronunciados por el jefe de Estado, quien recuerda con la misma frecuencia con la que le atacan sus detractores que la crisis actual es herencia de períodos de gasto excesivo, como en el que en su opinión cayó el Gobierno del primer ministro José Sócrates (2005-2011).

El presidente, que ya no puede volver a presentarse a la reelección y cuyo mandato expira en el año 2016, se ha establecido ahora como prioridad convencer a los partidos mayoritarios para alcanzar un pacto de mínimos sobre la estrategia que debe seguir el país a medio y largo plazo, con un único propósito: no repetir los errores del pasado.

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