CRÓNICA

Comer en Venezuela en tiempos de crisis

EFE

Carne de vacuno, pollo, quesos y hasta huevos se han convertido en productos de lujo para muchas familias.

Las dificultades para comprar y el presupuesto cada vez más escaso han obligado a los venezolanos a ajustar a diario su menú, que en muchas ocasiones no se prepara con lo que apetece sino con lo que "se consigue" o permite el bolsillo.

Carne de vacuno, pollo, quesos y hasta huevos se han convertido en productos de lujo para muchas familias, que con un sueldo básico de 15.051 bolívares -unos 1.505 dólares a la tasa más baja del mercado y 27 dólares a la más alta, según los dos tipos de cambio oficiales de la moneda venezolana- suman y restan antes de adquirir alguno de estos artículos.

"Yo tengo quince días que no como arroz, porque no tengo arroz", dijo a Efe una ama de casa en un mercado popular que se instala cada sábado en Los Palos Grandes, una exclusiva zona en el este de Caracas, y admitió que ha sustituido este cereal tradicional en las mesas venezolanas por patatas, aunque no "rinden" igual.

Esta mujer de unos 50 años y cabello rubio relató con resignación que en su casa no tiene azúcar ni leche y que espera la llegada de su madre, que está de visita en Panamá, para surtir su despensa.

"Ayer fui a una cola y lo único que estaban vendiendo eran dos kilos de harina de trigo", comentó, y lamentó haber perdido el día en el que, según su número final del documento de identidad, podía ir al supermercado a comprar artículos de la canasta básica.

Mientras esperaba por un kilo de carne vacuna a 4.800 bolívares (unos 480 dólares o unos 8,8 dólares, según la tasa), esta mujer señaló que antes era común observar una larga cola de compradores en este mercado.

"Ahorita la gente lo que compra es lo necesario", añadió por su parte el carnicero mientras cortaba varios de sus pedidos, y calculó que las ventas de carne y pollo "han bajado casi un 40, un 50 por ciento", y que las de pescado mucho más.

Según este hombre fornido, que dijo vivir en la zona popular de Caricuao, el sueldo "no alcanza". "Dos kilos de bistec es el sueldo mínimo", sostuvo este hombre, que saluda con amabilidad a clientes y transeúntes.

Cerca a un puesto que ofrece pollos, otra mujer, quien aseguró ser médica de profesión, explicó a Efe que en esta ocasión compraba vegetales y no carne.

"No compro la misma cantidad de antes, sino que hablé con mis hijos, que ya son grandes, y les dije: `Vamos a comer menos, no les pongo los dos bistec, ahora les pongo un bistec; no comemos tres veces a la semana proteína, ahora comemos dos`.

"Y así estamos", resumió esta mujer, que ya no va a los supermercados debido a que su horario de trabajo le impide hacer las largas colas.

Como médica, lamentó que los menores en Venezuela "están comiendo menos" y alertó que "son dos centímetros menos que tiene el niño venezolano".

"Las madres tienen desnutrición", apuntó esta venezolana, y añadió sobre los niños: "Si no tienes buena nutrición, no tienes buenos aprendizajes, y si no aprendes, sigue la cadena de desnutrición y de falta de conocimiento".

La afirmación de esta venezolana se contrapone a la de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), que premió el año pasado a Venezuela por reducir, entre 1990 y 2015, a la mitad el porcentaje de personas que sufrieron hambre y disminuir el hambre por debajo del 5 % de la población nacional, cercana a los 30 millones de personas.

También en el mercado, un vendedor, César, se refirió a las dificultades que afronta la gente para comprar sus insumos.

"Hay algunos proveedores que tenemos que han tenido problemas particularmente con la harina de trigo", afirmó e indicó que en el caso de la harina de maíz precocida, su puesto de venta necesita aproximadamente 30 kilos a la semana, cuando en los supermercados solo se puede adquirir de dos en dos.

Ante esta realidad y para no cerrar un negocio del que dependen, además de la suya, otras cinco familias, señaló que ha tenido que pagar con sobreprecio a los "bachaqueros", como se conoce en el país a quienes revenden productos de la canasta básica.

También Alicia, que en un pequeño puesto ofrece salsas y preparaciones "gourmet", admite tener inconvenientes para comprar las botellas en las que vende sus productos, así como la sal, el azúcar y el aceite que le sirven de base.

Sin embargo, resaltó que en su negocio todo el tiempo están inventando "cosas nuevas", tanto en sus recetas como para sortear la escasez.

"Los venezolanos tenemos una cosa, que nosotros no nos paramos con nada (...), el venezolano, gracias a Dios, le cierran una puerta y abre cinco ventanas", añadió esta emprendedora. 

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