Centenares de supervivientes se agolpan en las carreteras reclamando ayuda a los automovilistas

Filipinas eleva a más de 2.500 los muertos por el tifón Haiyan

Cadávares en el árcén de una calle de Tacloban. (Foto: MAST IRHAM)
Cientos de niños y adultos, con mensajes de socorro en mano, flanquean las carreteras de Filipinas, y no sólo en las de la ciudad de Tacloban, la más afectada por la tragedia, también en las que llevan al norte de Cebú, duramente azotada por el tifón Haiyan. '¡Ayuda, por favor!', 'Necesitamos agua y comida' o 'Tenemos hambre' son algunos de los mensajes que se pueden leer en los improvisados carteles que sujetan con paciencia los residentes de la zona y que agitan frenéticamente al paso de cada coche.
En el lento recuento oficial de víctimas, las autoridades hablaban ayer de más de 2.500, al menos 3.500 heridos y casi diez millones de afectados a causa del tifónque asoló Filipinas desde el viernes.

A diferencia de la calzada que dirige a la ciudad de Tacloban, la carretera hacia el norte de Cebú ha quedado prácticamente despejada por completo pocos días después del tifón, pero por ella pasa muy poca ayuda humanitaria. Aunque no se registraron tantas muertes, miles de hogares quedaron destruidos en el norte por los intensos vientos, que también arrasaron campos de cultivo, frutales y numerosos barcos de pesca de los que tanto dependen los residentes de esta zona rural.

'Nos hemos quedado sin nada. No tenemos casa, ni comida, ni agua', cuenta Marcelina Amadeo, una abuela que acoge en su humilde hogar, ahora inhabitable, a una decena de niños. 'Ahí vivíamos doce personas', dice apuntando al suelo, donde están amontonados los cuatro paneles hechos con palmeras que suelen formar las paredes de las casas filipinas tradicionales.


DESESPERACIÓN

Una de sus vecinas, Susana Morales, explica desesperada que ella y su familia están en la misma situación y no tienen dinero porque su marido ha tenido que dejar de trabajar para dedicarse al arreglo de su casa, que también quedó destruida por Haiyan, el cual afectó casi diez millones de filipinos. 'Aquí estamos todos igual. Unos miembros de la familia se dedican a reconstruir la casa, mientras los niños generalmente se ponen en la carretera a pedir ayuda, por si los coches que pasan nos pueden dar agua o un poco de comida. Lo que sea', concluye. Por su parte, Genoveva Avalde señala que 'el Gobierno sólo nos ha dado dos kilos de arroz, y eso únicamente nos da para un desayuno, una comida y una cena. Un día, y después, ¿qué se supone que tenemos que hacer?'.

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