El obispo, Leonardo Lemos, pidió al Cabildo que sirva a la Iglesia 'como quiere ser servida'

Acto solemne en la Catedral para los nuevos canónigos

Leonardo Lemos, en el centro, con Manuel Rodríguez (a su derecha), Angel Mirón y Joaquín Borrajo. (Foto: JOSÉ PAZ)
La toma de posesión de tres nuevos canónigos para la Catedral convirtió el acto religioso en uno de los más solemnes, en la historial del Cabildo ourensano, siendo calificado por los asistentes como una ceremonia brillante y estudiada. Además, según el Obispado, no se celebraba un acto así desde el año 1999, en el episcopado de Carlos Osoro. El de ayer lo presidió el actual obispo de la Diócesis de Ourense, monseñor Leonardo Lemos, que en su discurso pidió a los canónigos que sirvan a la Iglesia 'como quiere ser servida', señalando además que la misión pastoral del Cabildo catedralicio es 'importante y muy amplia'.
Ayer tomaban posesión, tras ser nombrados canónigos el pasado 7 de noviembre, José Joaquín Borrajo, vicario general de la Diócesis -nombrado canónigo doctoral, el que asesora al Cabildo en asuntos jurídicos-; Manuel Emilio Rodríguez Alvarez, canciller-secretario del Obispado -nombrado canónigo prefecto de ceremonias, el que coordina y dirige las celebraciones litúrgicas-, y José Angel Feijóo Mirón, rector del Seminario Mayor. El primero de ellos tomó la palabra, representando a los demás, y en su extensa alocución agradeció el nombramiento al Cabildo y al obispo, destacando el servicio que deben prestar a partir de ahora.


LA CEREMONIA

La ceremonia, muy medida, se inició con la reunión del Cabildo en la Sala Capitular de la Catedral, bajo la presidencia del obispo; todos los canónigos vestían traje coral. De ahí salieron en procesión hacia el altar mayor mientras sonaba el órgano. Los tres nuevos canónigos lucían un roquete sobre la sotana y se colocaron en el presbiterio, en un lugar reservado. Comenzó entonces el rezo de la llamada Hora Intermedia.

El acto de toma de posesión se produjo tras la intervención de monseñor Lemos, cuando los nuevos canónigos se acercaron a él y al deán, hicieron profesión de fe y juraron guardar lo establecido en los estatutos capitulares y las costumbres de la Catedral. Fueron revestidos entonces con el manteo y la muceta y el obispo les impuso el bonete.

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