El precio del pan sube en buena parte de los establecimientos. La barra puede costar entre cinco y diez céntimos más, según la patronal del sector. Es difícil soportar el incremento de costes de los últimos meses y no repercutirlos en el producto. Las harinas, la electricidad, los combustibles y tantos otros artículos necesarios para elaborar el producto llevan meses en la escalada alcista.
No se puede seguir así, resumen muchos empresarios, por lo tanto subida de precio al canto. Da la sensación de que aún no le pillamos el truco a estas cuestiones, como si no comiésemos todos los días. Los agricultores y ganaderos sacan sus tractores a las calles y carreteras para decir que viven una situación límite.
Mientras las cosas de las corruptelas y el descaro de políticos de muy bajo porte ocupan las portadas, seguimos comiendo todos los días un poco más caro. Descontentos los consumidores porque la factura crece, disconformes los productores porque apenas ganan para seguir.
Y, bueno claro, el discursito oficial de apostar por el rural. Pues miren, dicen los panaderos que como esto siga así no les va a ser rentable llevar el pan en el reparto a las aldeas, que ya no tienen tienda, ni bar, ni sucursal bancaria, ni escuela. Ahora, ni pan. Con todas estas facilidades, es increíble cómo no va más gente a vivir al pueblo. Vicio, que hay mucho vicio.
