Fernando Pazos y Aurelio Saínza pasaron esta semana la Nochebuena más peculiar de su vida. Se conocieron hace tres semanas, cuando ambos ingresaron por covid en la UCI y, tras diez días allí, bajaron y permanecieron juntos en planta. En ambas zonas fueron compañeros de habitación, el único escape a la soledad a la que condena el virus, especialmente en cuidados intensivos.
Así, cada uno con su bandeja, los compañeros de habitación cenaron el menú especial que dispuso el CHUO para sus pacientes: una crema de espárragos trigueros y suprema de pescada a la bilbaína. Lo mismo el sábado, cuando degustaron otros platos navideños que les habían preparado. Y es que pese a lo trágico de estar ingresado en fiestas, ambos ganaron una amistad: “Al coincidir así en estas fechas, la relación se vuelve más memorable, cuando salgamos de aquí volveremos a quedar”, señalaba Aurelio. Su compadre exclamaba lo mismo y deseaba poder encontrarse en un bar, “tomando unas cañas” y no entre máquinas y medidores de oxígeno.
COMPLICACIONES
El estado de salud del vecino de Melón Fernando Pazos, de 50 años, empeoró de forma imprevisible. “Tenía fiebre y malestar, me diagnosticaron el día 7 pero una semana más tarde acabé en la UCI”, recuerda. Su saturación de oxígeno era muy baja y tuvo que estar ingresado durante diez días.
“Tuve miedo, no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo”, lamenta sobre sus días en cuidados intensivos. Fernando se vacunó y no tenía patologías previas, además se define como una persona deportista, fue un shock para él que el virus le afectase de esta forma. Sin embargo, pese a los peores momentos, “tener a alguien con quien poder hablar cambia la cosa”, apunta.
Aurelio Saínza es once años mayor que su nuevo amigo. Pasó diez días aislado en su casa, pero cada jornada sumaba nueva sintomatología. “No tenía fiebre ni me notaba ahogado pese a todo, pero la saturación de oxígeno era muy baja”, explica. Así que tuvo que ingresar y acabó junto a Fernando en cuidados intensivos. “Tuve todos esos días un nudo en la garganta, pensé que se acababa todo”, recuerda el ourensano. Además, tilda de “espectáculo” la atención que recibió por parte de los sanitarios, “algo que también cambia radicalmente nuestro estado” y apunta que “podría asegurar que la buena forma en la que nos trataron fue más efectiva que los medicamentos que nos estaban dando”.
Hoy puede que Aurelio abandone el hospital. Pronto lo hará también Fernando y, además de volver a reunirse con sus familias, ambos salen de allí “con una relación”. “Me valió mucho su presencia, era lo que teníamos”, recuerda Aurelio.