Los cementerios de la ciudad se inundaron de cientos de ourensanos que cumplieron con el ritual de honrar a sus seres queridos en un día tan señalado. Las flores, engalanando las tumbas, se erigen en símbolo del recuerdo

Las flores, esas huellas del recuerdo

La estampa de los cementerios se llenó de colorido para conmemorar el día de Todos los Santos. (Foto: MIGUEL ÁNGEL)
Durante el resto del año no hay un solo día del calendario en el que la presencia de visitantes a los camposantos llegue 'ni siquiera a acercarse mínimamente a este'. Lo dicen los empleados municipales del cementerio de San Francisco, que han visto mermar la asistencia 'diaria' a un emblemático lugar catalogado como Bien de Interés Cultural, donde reposan los restos de miles de ourensanos desde principios del siglo XIX. Entre ellos, Otero Pedrayo, Blanco Amor, Florentino Cuevillas o Ángel Valente.
'A maioría da xente que vén ó cemiterio faino practicamente a diario', explica Juan González, que lleva quince años velanod por el mantenimiento de San Francisco. Fuera de los asiduos, el resto suelen limitarse a días señalados, como los aniversarios de la muerte de un familiar o los días de Todos los Santos y Difuntos. De hecho, González matiene un trato especial con muchos de los 'diarios', como él los denomina.

'Son persoas coas que te cruzas tódolos días, como a xente coa que coincides cada mañá almorzando na cafetería e acabas entablando unha relación de amizade'. Habitualmente son mujeres mayores, a las que estos operarios no dudan en ayudar con la limpieza de las tumbas o, incluso, para reparar algún desperfecto porque 'soen ser moi agradecidas'.

Quizás la célebre advertencia que adorna el dintel de la puerta de entrada al camposanto de San Francisco -'El término de la vida, aquí lo véis; el destino del alma, según obréis'- ahuyenta a los más profanos a traspasarla durante el resto del año. Una situación que no se reprodujo ayer, como demostró la colorida estampa que lucían los tres cementerios de la ciudad. Una huella floral del intacto recuerdo y respeto por los familiares y seres queridos fallecidos. Además, supone una tradición con la que cientos de ourensanos cumplieron ritualmente, como cada año, limpiando las tumbas y colocando flores sobre ellas en el señalado día de Todos los Santos, para tenerlas así perfectamente engalanadas durante la conmemoración de esta fecha.

El duelo pues, sale mayoritariamente a relucir en los camposantos una vez al año, como bien saben los empleados municipales de los cementerios. El resto de días, el recuerdo se vela celosamente por dentro. El repunte de las incineraciones frente a los entierros convencionales contribuye en buena parte a esta situación. En lo que va de año, la cifra de incineraciones (226 incluyendo las de personas previamente enterradas) ya superan incluso a los entierros, que fueron 184.

Un ejemplo más de los cambios generacionales, que también invaden las dimensiones del culto a la muerte.

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